Capitulo 42

25 3 0
                                    

Los viajeros se habían movilizado hacia una pequeña aldea al este. Esta se encontraba a un día de distancia de la ciudad de Calinak-Hud. En una de las regiones más ricas del continente, por sus bastos yacimientos de oro. En cambio, este poblado era uno maltrecho, sucio, con un estado deprimente y los habitantes vestían ropas muy maltratadas de tonos oscuros. Los minotauros junto a Langrid y Ulises se habían quedado en las afueras intentando no llamar mucho la atención. Para facilitar el viaje el capitán había adquirido dos Dromedons. Bestias de aspecto de reptiles bípedos, potentes garras, cabezas cuadradas y de tonos marrones. Langrid limpiaba su arma sentado sobre el Grundam, quien descansaba en el suelo apaciblemente.

—Detesto esperar—afirmó Tylios—. ¿Oye tú, qué tipo de arma es esa? —le preguntó curioso a Langrid.

—Aún no tiene un nombre, pero es de mi creación y solo existe una de ellas—contestó.

—Debes ser muy importante en tu clan para ser él único en tenerla—comentó Gyos, el minotauro de pelaje negro.

—En realidad no, solo soy un armero—respondió Langrid.

—Es muy injusto con usted hermano—afirmó Ulises—. Es uno de los mejores.

Liberando una fuerte respiración y cruzando sus gruesos brazos, Tylios dirigió su atención hacia la villa sin poder esconder su incomodidad por estar en ese lugar. Movía su cabeza de lado a lado como si deseara salir corriendo.

—Perdemos tiempo valioso en este lugar, mírenla, como esta mugrienta villa podrá tener provisiones—refunfuñó Tylios.

—Estoy seguro que las conseguirán—respondió Ulises.

Tylio libero un gruñido y continúo mirando hacia la villa. Sus orejas se movían de lado a lado demostrando su inquietud.

—Saben algo, detener a ese ladrón no será fácil—advirtió Tylios—. Si ese demonio fue un reto, enfrentar a ese maldito Exodus será una pesadilla.

—¿Conoces algo que nos puedas decir sobre él?—preguntó Ulises.

—No lo conozco en persona, pero he escuchado cosas sobre su poder. Y las historias sobre su crueldad son bastas.

—¿Y qué sabes de esa montaña?—preguntó Langrid.

—La montaña fantasma de Atios-Tlur, es uno de los lugares más perversos de este mundo. Incluso mi raza le tiene temor.

Langrid se quedo pensativo y observó a Ulises quien le devolvió la mirada con su habitual seriedad. Solo podían esperar el regreso de los demás con las provisiones. Suministros que en esos momentos, Kalya, con la ayuda de Dextius casi terminaban de obtener. Cubierto con su capa roja como la sangre Dazadiel se había quedado afuera vigilando la zona. Aun se sentía débil por el ataque de Granzul, pero no dejaba que nadie lo notara.

—Oye tonto, ten cuidado—gruño Kalya al Dextius casi dejar caer un frasco—.

—Quiere salirse del medio—respondió Dextius cargando varias sacos con alimentos.

—Más te vale que no rompas los frascos de carne seca, oye Dazadiel, ¿Deseas algo?

Ambos giraron buscándolo por la ventana delante de ellos, pero el caído había desaparecido de sus alrededores. Kalya se acerco a la puerta del establecimiento, sin poder ver rastro alguno de él. Observó a Dextius sorprendida por su desaparición repentina.

—¿A dónde ha ido?—se preguntó ella.

Dazadiel se había alejado, caminando por las calles de la aldea hasta llegar a una maltrecha iglesia. Era descolorida, con algunas grietas visibles en las paredes de ladrillos. Ese templo era de pequeño tamaño si era comparado con las otras estructuras de la Orden. Dazadiel había arribado al mismo tiempo que los fieles salían de la misa realizada. Solo una persona se había quedado rezando en su interior. Arrodillada enfrente del altar, con sus manos sosteniendo su collar, Jennifer oraba con todas sus fuerzas. La joven se sentía alterada desde que se realizó el hechizo. Su mente y quizás su alma, estaban en tumulto. Dazadiel camino dentro del templo sentándose dos palcos detrás de ella.

Las Reliquias Del Antiguo: El Resurgir De Los CaídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora