Capitulo 29

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Un semblante frió intentaba no cambiar a pesar de la gran molestia que lo invadía. Una tarea que se le hacía difícil a este hombre miembro de la Orden CelesGard. Sus ojos marrones se movían inquietos, mientras que su mente trataba de asimilar la noticia. Una información que fue totalmente opuesta a lo que tenía previsto.

—¿Cómo que tus hombres fueron eliminados?—casi gritó un furioso cardenal Stevens—. Acaso no eran de los mejores guerreros que tenías a tus órdenes.

—Lo eran, por eso no entiendo como han sido asesinados—respondió el extraño hombre de ropas grises y capucha.

—Esto no debería haber ocurrido—comentó Stevens caminado por el centro de la recamara, pasándose las manos por el rostro—. Esto complicara mis planes Jenion.

Al escuchar su nombre el hombre caminó hacia la ventana de la elegante recamara. La habitación era adornada con muebles y hermosos oleos otorgándole la impresión de ser habitada por un miembro de la realeza. Incluso la mesa en donde se encontraban varios platos de plata con alimentos y dos botellas de vino, tenía detalles muy elaborados. Removiendo su capucha, Jenion permitió ver su negro cabello corto y su piel clara como la leche. Una inscripción de color azul cubría el lado izquierdo de su rostro. Una larga espada curvada descansaba en su cinturón al lado derecho.

—Yo mismo los había entrenado, eran de los mejores—aseguró Jenion—. Pero me temo que su rival era superior y eso no es nada alentador.

—Eso no me sirve de nada—respondió Stevens. —Detener al ladrón hubiera sido mi consagración ante los demás cardenales.

—Lo sé cardenal, pero sospecho que el ladrón es un antiguo ser.

—¡Con un demonio!, esta debía ser mi oportunidad de colocarme en una mejor posición ante los hermanos. Con ese logro no tendrían dudas de mi capacidad.

—No olvide que el riesgo del hurto de la reliquia es mucho más importante que cualquier ambición suya.

—Claro que no lo he olvidado, pero tener a los demás cardenales a mi disposición me daría mayor capacidad para lidiar con esto.

El cardenal intentó reponer su compostura, algo que era sencillo perder para él cuando sus planes no salían como esperaba. Jenion lo observó con una mirada seria y con sus brazos cruzados. Comenzaba a dudar de las verdaderas intenciones de este siervo de la Orden.

—No son ambiciones mías—reafirmó Stevens—. ¿Crees que Maximas será un buen líder? Hizo un trato con nada menos que un caído. Tú mejor que nadie sabe lo riesgoso y peligroso de ese ser.

El hombre camino pensativo hacia la mesa tomando de un plato lleno de  varias uvas que devoró lentamente mientras que Jenion lo observaba. Se limpió sus manos con una decorada servilleta cercana al plato y se sirvió un trago de vino en una copa de oro.

—¿Puedes enviar a más de tus hermanos detrás de el? —preguntó Stevens.

—No por el momento, sabe lo difícil que será explicar al consejo de los Iluminados lo que les ocurrió a mis hermanos. Fue una misión sin autorización de ellos y al ordenarla quebrante varias reglas.

—A veces hay que romper algunas reglas para un bien mayor mi estimado amigo. Además siempre puedes culpar a tus hombres.

—¿Desea que le mienta al consejo?

—Piensalo por un momento, si ellos averiguan lo ocurrido, tú serás removido de tu puesto o quizás desterrado. En cambio si yo tomo el lugar como nueva eminencia de esta Orden, necesitare un general y ese podrías ser tú. Solo debes recordar como es respetado el Centurión que sirve a su eminencia.

Las Reliquias Del Antiguo: El Resurgir De Los CaídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora