Capitulo 33

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Los habitantes nocturnos invadían la noche demostrando al mundo que su hora había comenzado. Pero en esa oscuridad, en una región de un bosque de grueso follaje, un ser antiguo observaba su más reciente trofeo. En sus manos, un recién llegado Exodus contemplaba la gema encontrada en las ruinas. A solo metros de una fogata se había colocado una tienda de campaña que era la única construcción en ese remoto claro. Pero en esos momentos, el calor que una sensual mujer de cabellos negros buscaba era el de los brazos de su señor. Unas túnicas de dormir de seda negra que dejaban poco a la imaginación adornaban la piel de la mujer. Exodus la observó, guardo la gema en sus ropas y sin perder tiempo entró en la tienda.

—Espero que todo haya salido como lo había planificado mi señor—dijo ella al servirle una copa de vino a su amado señor.

—Hubiera sido mejor si mi travesía a Casliath hubiera sido fructífera—respondió él.

—¿La reina no unirá fuerzas?

—No, como temí no le sentó bien lo que le confesé. Pero era algo de esperarse.

—Si contaba con eso, ¿Por qué fue?—preguntó ella colocando la jarra de vino en la pequeña mesa cerca de la cama.

—Deseaba saber como reaccionaria al conocer mi presencia. Mi confesión surgió de imprevisto.

La mirada de Exodus se perdió por unos instantes en el movimiento que hacía con la copa y el vino. Sus ojos se cerraron por unos instantes y se abrieron de nuevo con un leve destello al sentir las caricias en su rostro provenientes de Claudia. Sin dudarlo arrojó la copa y la levantó en sus brazos llevándola hacia la cama en el centro de la tienda. Varios candelabros de tres velas cada uno daban la luz necesaria. La dejó caer y comenzó a besarla apasionadamente. La mujer no se resistió sino que se envolvió en el apasionado momento. Cuando Leónidas interrumpió al entrar en el aposento la mujer estaba con sus pechos descubiertos e intentaba quitarle las ropas a su señor.

—Mil disculpas mi señor—aseguró Leonidas arrodillándose lo más que pudo—. Pero alguien se acerca al campamento.

—Espero que sea importante o quien sea le arrancaré el corazón yo mismo.

Exodus se acomodo las ropas y salió de la tienda bajo la mirada desanimada de Claudia. La mujer se incorporó con semblante furioso y se cubrió al ver la mirada de Leónidas quien con rapidez se retiró detrás de su señor. Para cuando Exodus salio las gárgolas de Leónidas y los Arkian de Brarka habían tomado posiciones de combate. Una de las gárgolas de Leonidas descendió desde un árbol cercano a solo pies de distancia del individuo que se acercaba. Una gruesa mano la tomó por el cuello rompiéndoselo de un fuerte apretón. Lanzó el cuerpo sin vida de la bestia y Jinzo y las demás rugieron listos para atacar.

—Deténganse—ordenó Exodus mirando hacia la oscuridad en donde un par de ojos rojos se podían detectar.  

Jinzo y las demás gárgolas retrocedieron con visible rabia. Varias se acercaron tomando el cuerpo de su hermana caída y lo alejaron de los Arkians que se acercaban a el con deseos de tomar lo que tenía de utilidad. Exodus cruzó sus brazos mientras esta enorme figura se acercaba a ellos.

—Solo tenías que decirme donde querías recoger tu recompensa y te la hubiera enviado—dijo Exodus sonriente—. Pero en estos momentos no traigo semejante suma.

Cubierto por una capucha negra Granzul se dejó ver. Su rostro estaba mutilado con una cortadura profunda que cubría el lado derecho de su rostro desde la sien hasta la barbilla. Su brazo izquierdo descubierto tenía quemaduras y cortes por toda su longitud.

—No fue una tarea fácil—comentó Exodus—. Pero tú querías un reto de verdad. Espero que estés satisfecho.

—No dan nada de tomar—dijo sin dudarlo Granzul mirando a Exodus.

Las Reliquias Del Antiguo: El Resurgir De Los CaídosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora