||Sigue Participando||

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No podía evitarlo, no podía hacerlo. Tenía esa "grandiosa" necesidad de voltear a ver de reojo cada dos segundos en dirección a esa despreocupada chica de sólo diecisiete años pero que lo volvía loco desde los quince. Es decir, quién no se molestaría en mirarla y el que no lo hiciera tenía muy mal gusto, sin embargo, era irónico que al mismo tiempo que un chico la volteara a ver tenía ese ligero cosquilleo en las palmas con las ganas de quitarle los ojos al maldito que se atreviera a ver semejante musa griega. Ni siquiera escuchó lo que su hermano Boomer le platicaba tan emocionado, lo poco que escuchó fue sobre su novia Miyako y que tenían planes para ese fin de semana en algún lugar que no se tomó el tiempo de memorizar, todo luego del tan anhelado baile de graduación el viernes por la noche. Esa simple palabra lo hizo regresar al punto de origen, voltear a ver a Kaoru, quien se encontraba sentada sola en una de las mesas de la cafetería de la escuela media superior.

Incluso se preguntó cuánto tiempo había pasado desde que habían decidido dejar el lado del mal de lado para poder adaptarse a una vida "normal". Brick había sido el de la idea y ellos como buenos hermanos, además de amenazados por el líder dejándolos con una fuerte y dolorosa golpiza después de una pelea infantil, habían decidido seguirlo. Al final terminó por gustarle sus nuevas vidas bajo la tutela de una joven maestra llamada Keane, quien los acogió, alimentó y crió como si realmente fueran sus propios hijos. Obviamente al principio, cuando llegaron al mismo colegio que las antiguas heroínas de la ciudad de Tokio, no fueron recibidos de manera amigable por estas. Tuvieron desacuerdos, peleas, castigos, malos tratos, apodos que pasaron a situaciones divertidas, viajes, risas, trabajos en equipos, besos robados y algún que otro sonrojo. Desgraciadamente los dos últimos sólo había sucedido con sus hermanos y sus respectivas novias pero él...soltó un suspiro. Kaoru siempre lo rechazaba o bueno, lo evitaba.

Podían llevarse bastante bien en juegos, travesuras, bromas y una que otra escapada pero su relación no pasaba más allá de cómplices de juego.

- ¿Butch?

Regresó a la realidad ante el llamado de su pequeño hermano, lo miró de reojo en modo de advertencia y desvió el rostro en dirección al techo. Odiaba tener que ser el único rechazado, la chica no le había dado alguna señal de esperanza para seguir intentándolo y eso le frustraba. Se levantó de su asiento dejando al rubio confundido ante la repentina desesperación de su hermano por alejarse de ahí.

Se quedó parado en su lugar, como estúpido ante la mirada de muchos mientras en su interior se debatía por ir con la chica y pedirle que fuera su cita o simplemente robarle un beso y obligarla a ir con él.

Desde cuándo se rebajaba a rogarle a alguien hasta que recordó que ella no era una persona cualquiera, era la chica que le había arrebatado un suspiro. Frunció el ceño, la odiaba. Optó por irse a los baños a refrescarse la cabeza que tanto le dolía de pensar en su situación. Tal vez fue muy mala idea pues cuando regresó se sorprendió de ver a Kaoru acompañada. Era mayor, le calculó unos veintidós años, cabellera de un verde oscuro, ojos casi del mismo color que el suyo, verde bosque. Alto, de cuerpo delgado pero fuerte, prácticamente un universitario.

Se tensó cuando el chico tomó la mano de la pelinegra y esta no hizo nada por alejarlo como normalmente lo haría. Al contrario, sonrió abiertamente y entrelazó sus dedos con los de él. Platicaron y rieron varias ocasiones, sin soltarse ni un segundo. El receso pasó más lento de lo que alguna vez lo sintió, verlos así le carcomía el interior, le hervía la sangre, invocaba males.

No lo soportó y justo cuando el timbre sonó, él caminó en dirección a los dos. No soportaba ni un segundo más, verlos sonrientes y tomados de la mano.

(...)

Sentí que era el día más aburrido de mi vida y el tarado de Butch no se dignaba a hablarme a pesar de que está a unas cuantas mesas detrás de mi, observándome, lo sé porque siento su mirada en mi espalda. Sin embargo, no me atrevería a llamarlo, sería lastimar mi orgullo y no estaba dispuesta a hacerlo. Luego de unos minutos ya no sentí la mirada, lo que significaba que se había ido. Suspiré, idiota.

One-Shot's Ppgz Y RrbzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora