||Secretos||

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Como era costumbre, ingresó al instituto con la cabeza oculta bajo la capucha del suéter pasando por desapercibido entre los alumnos. Se detuvo frente al grupo de las huecas animadoras de basketball siendo el obstáculo entre él y su casillero. La sub-capitana detuvo su discurso para enfocar la mirada sobre él y se sintió tenso de ser el nuevo centro de atención frente a ellas, las más conocidas como las despiadadas. Eran limitadas las chicas que podían ser parte de ellas, tenían que ser delgadas, ágiles, hábiles, hermosas, esbeltas, altas y populares pero el principal requisito, era ser hija de padres millonarios, así podían pagar costosas cirugías cosméticas, lo cual le asqueó de sólo pensarlo.

- ¿Puedes...? - titubeó tímido -, ¿podrías dejarme sacar mis libros?

La sub-capitana dio un par de pasos hacia él, lo observó de reojo y sonrió falsamente, presumiendo la perfecta dentadura de televisión. Era Himeko Shirogane, demasiado operada para su gusto pero no para los integrantes del equipo de basketball. Se sabía que se acostaba con todos siendo el objeto de chismes entre los vestidores de chicos. Era de piel rosada muy bien cuidada, ojos grandes y hundidos, pómulos saltados junto con pequeñas pecas disimuladas con maquillaje, nariz fina y labios delgados, lo único no operado en su rostro. Una mano de ella se posó sobre su hombro izquierdo y le besó la bronceada mejilla dejando una marca visible de labial rojo.

- Patético.

Se retiró elegantemente seguida de su séquito de zorritas. Dejó escapar un suspiro y se limpió el beso del rostro, le enojaba que lo trataran así pero no podía hacer nada. Era un desadaptado social en ese mundo de estereotipos pero no le importaba, aquello era mejor que fingir ser alguien que no era. Además prefería la intensa soledad como compañera que la hipocresía como aliada. Al menos tenía a sus buenos amigos Boomer y Brick, aunque el último hace poco que lo conocía a pesar de ser el hermano mayor de su único amigo, la razón, aún desconocía la razón.

Abrió su casillero cansado y agarró su cuaderno de dibujo. Era lo único que le relajaba hacer, dibujar por horas y perderse en el mundo de la imaginación, mancharse con carboncillo, tinta, pinturas, gises, etc. Le encantaba sentir el poder del cambio entre sus manos y plasmarlo en hojas, representar sus sentimientos aunque nadie sabía de ello, era un secreto. Se sabía que era una persona agresiva y distanciada, solitario y frío, un chico malo con problemas en casa o de eso se había encargado de hacer creer, nadie se le acercaba tal vez por temor o desprecio, realmente no lo sabía y no tenía intenciones de averiguarlo. Cuando cerró la puerta de su casillero giró el rostro hacia la derecha, buscando a la única chica que le había llamado la atención en toda su vida. Compartían el amor por el arte, además de que era muy linda. Miyako Gotokuji, una jovencita del club de artística entregada fielmente a su pasión, rubia y de ojos celestes opacados por los lentes y constantes manchas de pintura. No la encontró, en su lugar reconoció a la capitana de las animadoras, buscando dentro de su casillero, imaginó, algunos libros aunque lo dudaba, chicas así no necesitaban de estudios, lo tenían todo.

Había tenido la oportunidad de observarla entrenar alguna que otra vez mientras se fumaba un cigarrillo a escondidas cerca de las gradas pero no reflejó nada que no la hiciera igual que sus compañeras de equipo. Kaoru Matsubara, hija de una familia famosa y rica aunque la chica era de pocas palabras, muy atractiva, deportista, de piel pálida, cabellos negros y ojos verdes.

Un chico musculoso de cabello rubio y ojos extrañamente en forma de estrellas llegó junto a ella, Danny Wilson, su novio de último año aunque a la chica le pareció incomodar su presencia. Quitó importancia a la pareja para regresar a su rutina pero al regresar la mirada algo llamó su completa atención. Danny estaba apretando fuertemente la muñeca de la chica aunque ella se lo aguantó bastante bien retándole con la mirada. La arrastró hacia el otro lado del pasillo y desaparecieron de su vista. Ladeó la cabeza pensativo y finalmente se decidió por seguirlos aunque no sabía el motivo. El sonido del timbre retumbó fuertemente en todos los pasillos del edificio, anunciando la hora de entrada pero hizo caso omiso. Corrió por varios pasillos sin dar con ninguno de los dos y se rindió. Había llegado a la cancha de basketball pero ninguna señal de ellos. Se sentó en las gradas sin borrar la serenidad del rostro y sacó un cigarrillo, total, ya habían comenzado las clases.

One-Shot's Ppgz Y RrbzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora