Capitulo 36: "Dulce"

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Había llegado por fin el último día del Winter Camp, luego del almuerzo cada equipo dejaría las instalaciones para empezar a prepararse para La Winter Cup. La mañana estaba muy agitada ya que había demasiadas cosas que preparar y alistar antes del desayuno, los capitanes de cada equipo iban de un sitio a otro supervisando a sus jugadores y terminando algunos papeleos. Por su parte Taeko estaba ocupada con los últimos arreglos por lo que eso les dio tiempo al rubio y a su hermano a escaparse sin que esta les gritara.

- Hay que darnos prisa, si la sucesora de Hittler nos encuentra nos asesinara. - Susurro Saito a su amigo con cierta preocupación mientras observaba de un lado hcia otro que no hubiera nadie cerca.

- Perdón por pedirte que me acompañaras a ver a Kaoru, te estoy metiendo en demasiados problemas con tu hermana últimamente. – Se disculpo avergonzado.

Saito intento aguantar la risa para evitar ser descubiertos. – No te preocupes todo está bien, me estoy divirtiendo como nunca. Me recuerda a cuando éramos niños y también recurríamos al modo ninja para escapar de mi hermana. – Comentó entre risas. – Además si esa chica vale tanto como arriesgar tu vida debo apoyarte en esto, ahora camina. – Ordeno mientras avanzaban hacia el gimnasio 2 donde los miembros de Naraame terminaban unas ultimas rutinas.

Como era de esperarse de una de las dos elites Naraame continuaba con sus rigurosos entrenamientos hasta el último instante. El gimnasio estaba dividido en dos partes, por un lado los miembros normales hacían prácticas de tiro frente a la rigurosa observación de Miyako; mientras en la otra parte los tres titulares se encontraban realizando entrenamientos físicos individuales: Mori le daba la vuelta a la cancha mientras saltaba cada vez que llegaba a un tablero y cada dos vueltas colocaba nuevas pesas en sus muñequeras y tobilleras; Kaoru levantaba algunas pesas centrándose en aumentar la fuerza de sus brazos, lo cual preocupaba a los demás chicos ya que la pelinegra de por si era más fuerte que cualquiera de ellos y verla ejercitar más les provocaba cierto pavor; finalmente Byakuya era el más calmado de los tres, practicaba lanzamientos utilizando la mayor cantidad de pesas en las muñequeras pero era algo lento, no porque le costara pero definitivamente tenía la cabeza en otro sitio y las ojeras y bostezos comprobaban que no había dormido mucho ultimamente.

- ¿Y ahora qué? ¿Entramos y pedimos permiso para hablar con ella? – Pregunto el pelinaranja irónico a su compañero.

- Bueno... no lo sé, ni siquiera tengo su número como para llamarla o mandarle un texto. – Admitió avergonzado el rubio ante su dilema.

- ¡¿No se lo preguntaste aun?! ¿Y cómo planeabas comunicarte con ella una vez que el campamento acabara? ¡¿Con señales de humo?! – Le recrimino en voz alta mientras golpeaba su frente con impaciencia. – Bueno que remedio, entrare y le diré que salga para hablar contigo, total no me avergüenzo fácilmente.

- Perdóname por arrastrarte a esto, juro que te lo compensaré luego. – Prometió Kaname.

- ¿Qué tal si en vez de jurármelo consigues ese teléfono y me compras una hamburguesa con queso? Bueno quédate aquí ya vuelvo. – Aseguro intentando escabullirse.

A pesar de que estaba seguro que lo único que le esperaba por aquello eran problemas estaba tranquilo, si había pasado por todo esto al menos se aseguraría de obtener ese teléfono para su mejor amigo, de ese modo el que su hermana lo asesinara luego valdría la pena. Intentando ver como entrar sin ser notado por la entrenadora se percató que no era el único en observar por la ventana, solo que su compañero era menos disimulado que él y el rubio juntos, parado con la mirada perdida en el gimnasio se encontraba el capitán de Ginsei. El pelinaranja lo observo curioso, la imagen que siempre había tenido de él era la que su hermana le había comentado o la que había visto en los juegos, una persona segura, temperamental y fuerte; pero el que estaba allí parado era diferente, tenía la mirada perdida con cierta angustia y vergüenza mientras apretaba los puños con nerviosismo. Se quedo observándolo unos minutos intentando comprender si su imaginación le pasaba una mala jugada o en verdad debía considerar comprarse lentes hasta que finalmente se decidió a acercarse.

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