Capítulo 2

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Era medio día de un sábado y yo ya me encontraba haciendo un trabajo práctico de biología. No debía entregarlo hasta dentro de una semana, pero siempre me pareció más cómodo hacerlos con tiempo. En tanto garabateaba la sexta hoja dedicada a la anatomía humana, mi móvil vibró.

Baja a almorzar— Un expresivo mensaje por parte de mi hermano.

Solté la birome y froté mis ojos, desde casi las diez de la mañana que estaba sentada frente a mis libros. En medio de un bostezo, me tomé un momento para estirarme y prepararme mentalmente para lo que comería.

Al llegar a la cocina la mesa estaba preparada y un exquisito aroma a guiso me recibió. Mi madre tenía una mano sagrada para la cocina, no había comida que no le saliera deliciosa, otra cosa que no heredé, pero Nicky sí, aunque siempre era una batalla que él cocinara.

—¿Me ayudan a plantar unas semillas en el jardín?— Cuestionó mi abuelo con un dulce tono de voz.

—Obvio— Afirmó Nicholas sin apartar la vista de su plato.

—Claro, abuelo— Contesté y luego de guiñarme uno de sus celestes luceros, siguió deleitándose con la comida de su hija.

Después de comer, los dos masculinos se dirigieron al patio trasero a preparar la tierra y en tanto yo lavaba los platos, mi mamá ordenaba el resto de la cocina. Aunque los sábados esta era tarea de Nick, me ofrecí a hacerlo por él para aprovechar el momento a solas con Susana.

—Ma, hoy un chico me invitó a salir... ¿Puedo ir?— Pedí inocentemente haciendo un puchero con mis labios.

—¿Quién es ese chico?— Con una sonrisa, me miró por sobre su hombro mientras le pasaba un trapo a la mesa.

—Se llama Matt, va al último año, es capitán del equipo y tiene buenas notas— Detallé queriendo convencerla de que no era un asesino.

—¿Apellido?— Sonrió.

Cerré la llave de paso del agua y giré sobre mí. Entrelazando mis dedos, los acomodé frente a mi rostro, en un gesto de suplicia, como si estuviera rezando.

—Bolton— Apreté los labios y los parpados esperando por un "sí".

—Está bien, pero no vuelvas tarde. Ah, quiero que me pases su número y antes de arreglarte ve ayudar a tu abuelo.

—¡Sí! Gracias, mami— Con la alegría escapándose de mi control, salté a ella para abrazarla.

Mientras que el menor de la familia hacía unos hoyos en la tierra, frente a uno de los arbustos que rodeaban nuestro patio, mi abuelo elegía lo que enterraría, mi madre nos traía bebidas frescas y yo dejaba caer las semillas, para sepultarlas y después regarlas.

Casi dos horas después finalizamos con la improvisada jardinería y corrí hasta la ducha. Cuando me sentí lo suficientemente limpia y me cercioré que mi cabello oliera a manzana y mi piel a jabón, salí.

Aún envuelta en una blanca toalla, tomé mi celular del escritorio y me dejé caer sobre mi cama. Tenía mensajes del grupo del instituto, varios de Cata y uno de un número desconocido. Al abrirlo descubrí de quien se trataba, su foto de perfil lo delataba, esa sonrisa junto la campera de los del último año, eran inconfundibles.

Espero que no te hayas olvidado de nuestra cita ¿Me pasas tu dirección? En un rato estaré por ahí.

Instintivamente mordí mi sonrisa y suspirando, contesté. Le conté a la rubia que dentro de poco saldría con Matt y me llenó de nuevos mensajes preguntándome que me pondría. Dilema en el cual todavía no había caído, hasta ahora.

Siempre has sido túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora