Capítulo 38

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Natalia

La primera noche de nuestras vacaciones fue divertida y personalmente sin duda, hermosa. El reencuentro con Matt fue mejor de lo que en algún momento pude llegar a imaginar, y no solo por el reencuentro físico, si no por haber podido conocer un poco más sobre él. La vida de mi novio era un misterio para mí, no sabía mucho sobre su mundo, sin embargo, con aquellos pocos detalles pude comprender mejor su forma de ser.

Ahora entendía porque escuchaba tan atentamente las historias de mi abuelo, porque nunca está solo, porque Zac era tan importante, porque no peleaba, porque me cuidaba como si fuera a romperme.

Mientras caminábamos por la ladera de una de las montañas más cercanas, Matt iba delante de todos, guiándonos por el recorrido que Zac sugirió visitar. Desde que comenzamos con la caminata no pude evitar mirarlo e intentar imaginar todo lo que vivió, todo el dolor, la soledad. Quien no supiera de su vida y lo viera como era ahora, tan seguro, tan fresco, libre y por sobre todo dulce, jamás pensarían en que su vida no fue fácil.

Entre más pensaba en ello me era inevitable comparar nuestras vidas, yo no tenía padre y muchos menos billetes de sobra, y aún así no cambiaría la mía, mi hogar, por la de él. El dinero no era sinónimo de felicidad, y Matt era la prueba viviente de ello.

–¿Sucede algo sonrisitas? – La voz de mi novio me sacó de mis vagos pensamientos, parpadeé repetidamente hasta que volteé a verlo. Con una débil sonrisa negué mientras sujetaba las correas de mi mochila con más firmeza –¿En qué piensas?

Sabía que no dejaría de insistir, relamí mis labios y me paré en seco. Con su ceño fruncido no dudó en frenar a mi lado dejando al resto del grupo avanzar sin nosotros –Yo...– No encontraba las palabras exactas para describir todo lo que quería decirle. Pronto sentí los fríos guantes que resguardaban sus manos sobre mi rostro –Quiero que sepas que mi hogar es tu hogar, mi familia es tu familia– Confesé y él cerró sus ojos frustrado mientras relamía sus labios y chocaba su lengua contra sus mejillas y bajó su labio inferior, haciéndola sobresalir.

–Escucha Natalia– Tensé mi cuerpo en cuanto oí salir mi nombre de su boca –No quiero que me tengas lastima– Abrió sus ojos lentamente, sus pupilas estaban tan reducidas que parecía tener apenas un insignificante punto en su lugar. Un sudor frío no tardó en recorrer mi cuerpo cuando nuestras miradas se encontraron –Por favor. Tú no– Susurró sus ultimas palabras negando con su cabeza.

–Lo lamento, no quise ofenderte. Solo ayudarte– Agaché mi cabeza y miré mis pies casi tapados por la blanca y perfecta nieve.

–No tienes por qué ayudarme. Yo no necesito ayuda– Tomó mi mentón con sus dedos –Solo...– Pausó sus palabras y chocó su frente contra la mía –Solo ámame.

Asentí con movimientos lentos y relamí mis labios, él tenía razón, solo debía amarlo y hacerle olvidar todo lo que vivió en vez de recordárselo. Seguido a mi afirmación sus labios se entrelazaron con los míos. Una persona como él no debía sufrir, no era justo que sintiera tanto pesar con tan pocos años, sin embargo, era evidente que pudo acabar con sus demonios por si solo, pudo superar sus males y no era necesario que los recordara por mi culpa.

–Anda vamos, que tienes muchas fotos que sacar– Arrebatándome una sonrisa tomó mi mano y nos llevó junto con los demás.

El paisaje era precioso, parecía una pintura, una fotografía, casi imposible que fuese real. La naturaleza sin duda era maravillosa.

–¡Wow! – Exclamó Catalina esbozando una sonrisa, todos tratábamos de grabar en nuestras memorias cada detalle.

–Tiene un encanto único– Agregué sacando mi cámara de su funda.

Siempre has sido túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora