Natalia
Era una fría y grisácea mañana, el viento chocaba contra mi rostro congelando los trazos que las lágrimas habían dejado sobre mis mejillas. Unas grandes nubes de tonos opacos colmaban el cielo, de ellas pequeñas gotas caían sobre la ciudad dándole un aspecto más devastador al día.
Mientras caminaba mi vista iba puesta sobre mis pies y el césped que pisaban, entre las hojas muertas que adornaban el paso, pequeños charcos manchaban de barro las suelas de mis negras zapatillas. No podía diferenciar cuales eran los extractos líquidos de mis ojos y cuales los del clima. A paso lento me acercaba a un lugar que había visitado hace dos años atrás, cuando llegué a la ciudad.
En tanto a mí lado un conjunto de personas, incluidas mi familia y amigos, tomaba asiento yo decidí desviarme unos pasos. Con el llanto devorándome y el corazón hecho pedazos me arrodillé sobre las marchitas flores que hace dos semanas habíamos traído. Intentando mantener la calma cerré los ojos y suspiré.
Queriendo creer en las palabras que me había dicho mi hermano sonreí –Hola, abuela– Acaricié su nombre grabado en el mármol –Espero que todos esos cuentos sean reales y se hayan reencontrado donde quiera que estén– Sorbe por mi nariz y parpadeé reteniendo el llanto –Cuídalo mucho.
Anunciando su llegada con una mano sobre mi hombro, mi novio habló –Ya dará inicio, sonrisitas– Apoyé mis dedos sobre mis labios e inmediatamente los posé sobre el frío material.
En cuanto me puse de pie su brazo rodeó mi cuello atrayéndome a su cuerpo seco gracias a la ayuda de un paraguas. Me senté junto a mi madre, cada cierto par de minutos levantaba los anteojos oscuros que traía y con un desechable pañuelo limpiaba las lágrimas que se le escapaban. Mi hermano estaba a mí otro costado, con una mano sobre mi rodilla y con la otra tomaba su barbilla. Por alguna razón su estado no era como el nuestro, no tenía duda de que estaba triste, pero había algo en sus ojos, algo distinto, no sabría si llamarlo felicidad o esperanza, lo que fuese le ayudaba a superar el duelo.
Detrás de nosotros estaban los chicos, Nicholas les comentó a los mellizos la despedida de mi abuelo, que había pensado en ellos y que se lamentaba el no poder volver a verlos. Esa fue la primera vez que vi a John llorar, la rubia en cambio no pudo controlarse, para ellos era otra perdida en menos de dos años. Matt llamó a Zac para contarle lo que había sucedido, sin embargo, las únicas palabras que salieron del morocho fueron "Lo lamento", nada más, no volvió a hablar. Sabía que para él la muerte era algo que no podía superar, que no podía soportar, por lo que respetaba su silencio y agradecía su presencia de todas formas. Por otro lado, Matt y su padre se habían portado de excelente manera con nosotros, mi novio no se había separado ni un segundo de la familia, estaba atento a cualquier necesidad o deseo que tuviésemos, y su padre se encargó de todos los gastos sin que se lo pidiéramos, diciendo que por lo poco que lo había conocido le pareció un gran hombre y que si su hijo lo apreciaba no podía hacer menos. Anna no había venido, eso me había parecido raro por lo que le pregunté a mi hermano, pero se puso nervioso y me esquivó la pregunta.
El sacerdote dio inicio a la ceremonia de entierro pidiéndonos depositar algún valor sentimental sobre la barnizada caja de madera, mi madre se levantó y dejó su anillo de bodas, mi hermano el reloj que él portaba desde que tenemos memoria y yo dejé su lista de deseos junto con su foto andando en bicicleta. En cuanto el religioso finalizó su discurso y endulzó nuestros oídos con la esperanza de una vida eterna, el féretro descendió por la perforación que se encontraba en el suelo.
Mi hermano acomodó el saco de su negro traje y se acercó al montón de tierra a un lado del rectangular orificio, tomó la pala junto a un árbol y recogió un poco del amarronado material.
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Siempre has sido tú
Teen FictionTres vidas se cruzan, dos de ellas arrastran un latente pasado en común, la tercera es la llave que las conecta. Un amor inquebrantable ante cualquier circunstancia. Un hombre que sabe amar, en todas sus formas. Un amigo, no tan nuevo, que vuelve...