Capítulo 25

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Esperaba un buen golpe de su parte, o un simple insulto siquiera, pero increíblemente nada pasó.

Lentamente, abrí los ojos, como un crío asustado por el castigo que le espera. Matt estaba en la misma posición, no se había movido, hasta creía que había dejado de respirar.

Arqueando una ceja, lo estudié, confundido ¿Desde cuando había obtenido tanto autocontrol? Relamiendo mis labios, me removí incómodo. Esperé una respuesta todo lo que mis nervios me permitieron, no importaba cual fuera, necesitaba una.

—Matt...— Lo traje de vuelta al mundo real.

Sus iris viajaron por toda la sala hasta clavarse secamente en los míos, estremeciéndome. Un escalofrío ascendió por mi espalda mientras percibía como su gélida y vacía mirada traspasaba la mía.

Jamás le tuve miedo a nadie, no existía una sola persona que lograra intimidarme, hasta que Matt apareció. Cuando lo conocí, descubrí que las apariencias engañan y que cualquiera puede tener uno que otro demonio dentro, el cual siempre estaría listo para salir ni bien te descuides. El castaño me enseñó a no fiarme de nadie y por, sobre todo, a no juzgar sin conocer, porque nunca sabes cuándo puedes toparte con alguien más loco que tú.

Hace un par de años, cuando todavía mi vida se mantenía en calma, cada tanto estaba metido en alguna que otra pelea, ya sea por problemas mío y de mi rival, o por defender a otros.

Aunque la violencia jamás fue, es, ni será mi primera opción, cuando es necesaria, no huyo de ella.

La cuestión es que un día en particular, un intento de brabucón se metió con el chico equivocado, casualmente, con Matt. Al verlo más chico, con aires de soledad y tristeza, lo creyó indefenso. Para su sorpresa, el nuevo mariscal no era para nada indefenso, sino que, todo lo contrario. Como de costumbre, traspasé el amontonamiento de curiosos y me acerqué a ellos para frenar el show que Bruno montaba alrededor de una vez por semana, sin embargo, Matt me lo impidió.

Confundido, retrocedí dándoles su espacio y en cuestión de segundos, Bruno dio la primera trompada. Mi mejor amigo cerró sus parpados y se dejó golpear, desconcertándome todavía más. Cuando un grueso chorro bordo abandonó la nariz de mi hermano, di por hecho que estaba loco y decidí meterme de todas formas. No conseguí llegar a ellos, que el oji-verde abrió sus ojos y la sangre se me heló al ver que se había convertido en otra persona.

Con las pupilas totalmente dilatadas y una espeluznante sonrisa sobre sus labios, se abalanzó hacia Bruno. Los nudillos de Matt amoldaban brutalmente el rostro de su contrincante, hasta logró tirarlo al suelo, pero sin estar conforme, se subió sobre él con la intención de desfigurarlo. Un empujón de parte de un compañero me hizo reaccionar y al notar que mi amigo había conseguido romperle la nariz y la boca, corrí hacia él para detenerlo. Jamás vi a alguien cegarse de esa manera y al mismo tiempo, disfrutar tanto una pelea.

Obviamente, después de eso todo el instituto le temía, además de haberse ganado el respeto de cada estudiante mientras que lo único que había conseguido de mi parte fue admiración. Me había tomado con gracia su manera de ser, una dulce persona con un terrible demonio en su interior, épico.

Desde aquel día nos hicimos amigos, es que vamos ¿Quién no tiene un pésimo día? Además de que el fastidioso de Bruno, el cual nunca volvió a molestar a nadie, se lo buscó solito. Al yo ser el mariscal y el popular en esos tiempos, poco a poco la escena del castaño se olvidó y el respeto fue lo único que perduró.

Siempre fui el único con el poder de molestarlo, de hacerle lo que fuese y sabía que jamás me sería capaz de ponerme una mano encima. Puede que esté medianamente loco, no obstante, su lealtad y buen corazón destellan sobre la oscuridad que lo atormenta.

Siempre has sido túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora