Toqué el timbre y sabiendo lo que me esperaba, me senté en el único escalón frente a la puerta. Catalina me había pedido, o más bien exigido, que viniera a su casa con una muda de ropa. Lo que en su lenguaje significaba que saldríamos de fiesta o algo semejante.
Pasé la mochila que traía pegada a la espalda, hacia delante y saqué el celular del bolsillo delantero. Mientras jugaba al "Clash Royale", un mensaje interrumpió mi batalla y gracias a la vibración que produjo, seleccioné y tiré una carta que no quería.
—Mierda— Chisté molesta.
Suspiré al ver como un ejército enemigo de esqueletos derrocaba a mi rey y se llevaba la victoria. Cerré la aplicación y abrí el mensaje de Zac.
—¿Qué haces? Me aburro.
Desde que me desperté hoy en la mañana que el pelinegro me escribía sin descanso y como la buena amiga que intentaba ser, le consté cada palabra. Estaba convencida de que se sentía solo, triste y que buscaba algo para distraerse y así no pensar en la perra que le había roto tan cruelmente el corazón.
—Estoy esperando a que mi amiga me abra la puerta de su casa ¿Y tú?— Respondí.
En cuanto envié el mensaje entré a su foto. Sonreí al verlo, aunque fuera una imagen y a través de una pantalla.
No puedo negar que me sentía demasiado confundida con respecto a mis sentimientos. Estaba consiente de que quería a Matt, y mucho, pero también estaba Zac, quien tenía ese no se qué, que me llamaba tanto la atención. Atreviéndome a compararlos, descubrí que ambos eran muy opuestos entre sí: mi chico se caracterizaba por su dulzura, madurez y perfección, en cambio, al que consideraba mi amigo tenía un perfil más bajo, vivía siendo ocurrente, aburrirse estando a su lado era algo impensable. Sin embargo, también tenían varias cosas en común: como un excelente físico, ojos increíblemente penetrantes, una fuerte personalidad y una exquisita sonrisa. Pero lo más importante: ambos sabían querer.
Interfiriendo en mi reflexión interior, Cata por fin se había dignado a abrirme la puerta. Me levanté antes de que su rostro apareciera y me sacudí los shorts.
—¿Se puede saber qué es lo que te demoró esta vez?— Bufé entrando a su hogar. Aunque estaba a mis espaldas, podía sentirla haciendo horribles muecas y acompañándolas con su mano ¡Me estaba burlando! —¡Te estoy viendo, Catalina!— Me quejé trabando la mandíbula y pasando mi lengua por las paredes internas de mi boca. Ella simplemente rodó sus ojos entre risas y le echó llave a la cerradura.
Lo primero que hice al llegar a su cuarto fue descalzarme y tirarme de cara hacia la gran cantidad de cojines que adornaban su lecho. Adoraba la cama de la rubia, poseía grandes dimensiones, tantas que podíamos dormir juntas y aun así no llegábamos ni a rozarnos, sin contar lo suave y adormecedora que era, parecía roseada de un fuerte somnífero.
—¿Te has traído alguna maya?— Gritó desde el baño, no podía verla, pero conociéndola, era más que seguro que estaba ahí.
—¿A dónde se supone que iremos?— Giré mi rostro para poder responderle.
—Mike me llamó hace un rato y me dijo que nos pasarán a buscar en unas horas— Regresó a la habitación desenredándose sus ondas doradas con un cepillo decorado con mucho glitter.
—¿Por qué nunca eres capaz de avisarme antes de que venga?— Pregunté sin intención de tener una respuesta —Igualmente, hace mucho no tenemos una noche de chicas. Creí que hoy sería el día— Cata levantó ambas cejas asombrada mientras las comisuras de sus labios se inclinaban ligeramente hacia arriba.
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Siempre has sido tú
Teen FictionTres vidas se cruzan, dos de ellas arrastran un latente pasado en común, la tercera es la llave que las conecta. Un amor inquebrantable ante cualquier circunstancia. Un hombre que sabe amar, en todas sus formas. Un amigo, no tan nuevo, que vuelve...