Sentada en la esquina de mi cama, batallé contra mí misma para no pensar demasiado la situación y así evitar arruinar lo que tenía con Matt y la amistad con Zac. Interrumpiendo a mi voz interior, una potente luz externa dispersó violentamente las sombras que reinaban en mi cuarto. Había llegado. Apurándome, me hice una coleta alta rápida, me puse una cazadora, tomé mis llaves, teléfono, cigarros, que de seguro con Zac necesitaríamos, y salí de casa.
En cuanto levanté la vista me encontré al peli-negro observando su celular recargado sobre la colorada motocicleta en la mano de enfrente. Al sentir mi presencia, guardó el aparato en uno de los bolsillos de su pantalón y se enderezó. Miré a ambos lados y crucé la calle a paso rápido. Me acerqué a él y no tardé en notar sus peculiares orbes apagados, los cuales luchaban por retener una catarata de lágrimas.
Aun con la poca luminosidad que el alto faro de la vía pública nos otorgaba, pude distinguir la punta de su nariz levemente hinchada al igual que la mayor parte de su rostro, incluidos los parpados. Fríos y agrietados caminos de lamento estaban trazados en la piel de sus mejillas y automáticamente me entristecí, compartiendo lejanamente su pesar.
—¿Qué te pasó, Zac?— Consulté preocupada por su apariencia.
Sin responderme y tomándome por sorpresa, su cuerpo se abalanzó hacia el mío. Ambas anatomías chocaron bruscamente entre si y antes de que pudiera reaccionar, sus brazos me habían atrapado y su rostro se escondió vergonzosamente en mi hombro. Instintivamente también lo abracé, dándole permiso para que pudiera desahogarse.
Inmediatamente un fuerte sollozo raspó su garganta y al notar su respiración, agitada y entrecortada, entendí que también le quemaba el pecho. Su torso no lograba inflarse con normalidad, ejecutaba movimientos demasiado bruscos.
—Eh... Tranquilo— Susurré en su oído en un débil intento por calmarlo.
No recibí ninguna respuesta de su parte y solo seguí percibiendo como los sollozos aumentaban su fuerza, incrementando el dolor físico que sin duda estaba sintiendo. Incluso podía llegar a sentir como las lágrimas que viajaban por su rostro y morían cruelmente sobre mi chaqueta.
Sin saber qué hacer, me limité a acariciarle la nuca, ya que la gorra que traía puesta hacia atrás me impedía hacerlo en su cabello. Pocos minutos después, luchó por cesar su llanto y lentamente, su aliento regresó.
—Lo... Lo lamento— Relamiéndose los labios, borró las débiles gotas que seguían abandonando sus ojos y carraspeando se alejó de mí.
—¿Qué sucedió?— Pregunté secando con mi pulgar un extracto de dolor que había pasado por alto.
—Prefiero hablar en otro lugar, uno un poco más tranquilo ¿Te importaría acompañarme?—Negué inmediatamente sin detenerme a analizar los hechos —Tendrás que ir por mi hijo. Ese que decidió abandonarme y quedarse contigo— Bromeó intentando sobrellevar su pesar y sonrió con tristeza, ocultarla se le haría imposible.
Sonreí poniendo los ojos en blanco y girando sobre mis talones, volví a casa por el casco. En completo silencio, caminé en puntas de pie hasta mi habitación. Tuve extremo cuidado al pasar cerca del cuarto de mi hermano, me daba más miedo que él me viera a que lo hiciera mi madre.
Con el casco en la mano, empecé a creer que no era una muy buena idea dejar manejar a Zac en el estado que se encontraba, pero quizás el aire fresco pegándole directamente en el rostro le haría bien. Además, tenía muchas ganas de volver sentir esa sensación de adrenalina que había experimentado únicamente al estar sobre su moto.
Mientras cruzaba la calle de regreso, me coloqué la protección que había ido a buscar y rápidamente me subí al vibrante vehículo, en el cual Zac ya me esperaba.
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Siempre has sido tú
Teen FictionTres vidas se cruzan, dos de ellas arrastran un latente pasado en común, la tercera es la llave que las conecta. Un amor inquebrantable ante cualquier circunstancia. Un hombre que sabe amar, en todas sus formas. Un amigo, no tan nuevo, que vuelve...