Capítulo 10

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—No sabía que fumabas. Creí que eras una de esas chicas "buenas" — Miré a Zac arqueando una ceja y él me sonrió divertido mientras dejaba salir el humo por su nariz.

—Fumar no me hace "mala"— Imité sus comillas y le di otro trago a mi vaso.

El oji-amarillo arrimó su rostro al mío y volvió a sonreír, esta vez confiado.

—Nunca mejor dicho.

Esquivándole la mirada, seguí consumiendo mi cilíndrico filtro de tabaco. Lo escuché reír por lo bajo, estaba claro que la situación le divertía.

No había pensado en él en toda la noche, pero ahora que lo había visto, mi curiosidad por su estado de ánimo regresó. Medité si seguir hablando con el novio de la odiosa porrista o simplemente ignorarlo, por Matt, obviamente.

—Te confieso que tengo muchas ganas de cometer un delito ¿Qué dices?— Fruncí mis labios, reprimiendo una sonrisa.

Estanqué mis orbes sobre los suyos y, descaradamente, recorrió mi cuerpo con sus ojos.

—¿Por qué justo hoy todos se confiesan?— Sin apartar la vista, le di una pitada a mi cigarro y solté el humo en su rostro.

—Por algo será, pero yo no quiero ser como todos, quiero ser único— Aún con la sonrisa grabada sobre sus labios, esparció la blanca nube con su mano y le dio una calada a su propio cigarro —¿Y si te digo que vi a alguien quebrantar la ley y me llevas para tomarme una declaración?— Se volvió arrimar y al ver sus luceros puestos en mi boca, relamí mis labios —Podrías hacerme lo que quieras para hacerme hablar. O, podríamos llegar a un trato.

Esbocé una ladeada sonrisa e hice silencio hasta que su mirada se volviera a conectar con la mía.

—Aunque creas que eso suena encantador, no lo es— No estaba muy segura de que mis palabras sean completamente sinceras—Igualmente, no creo que un soldado deba declarar, tiene suficiente poder como para acudir a un policía.

Zac llevaba puesto un disfraz de soldado. En sus pies tenía unas botas que resguardaban el final de sus camuflados y sueltos pantalones. Una abierta camisa de mangas cortas color oliva. A diferencia de los chicos con los que vine, él no traía una camiseta por debajo, por lo que sus abdominales y pectorales, duramente trabajados, estaban a la vista de todos. Sus accesorios eran unos anteojos negros en su mano libre, una pistola en la cintura y una cadenita plateada colgando en su cuello. Sin descartar la gorra negra sobre su cabeza, algo infaltable en él.

El uniformado tampoco estaba nada mal. Zac era un chico bastante lindo y si lo combinabas con sus peculiares ojos amarillos, era uno entre un millón.

—Si supieras lo que me está gustando verte, justamente a ti, con un uniforme de oficial... Sin duda me llevarías preso por pensamientos lascivos.

—¡Hey!— Golpeé levemente su hombro y enseguida se echó a reír mientras mis mejillas reaccionaban al alcohol mezclado con sus palabras.

—Tengo otra idea— Dándole un sorbo a mi vaso, arqueé una ceja a la espera de sus ocurrencias y sonriéndome, comentó —Vayamos a dar una vuelta en mi moto, después paramos en la playa y ponemos en común nuestra pasión por la ley y el orden— No pude evitar reír ante sus palabras. Me observó carcajear atentamente y le dio una calada al pucho casi muerto entre sus dedos.

Dejamos que unos minutos pasen sin emitir sonido alguno. El fresco, y bien recibido, viento de la noche, nos cubría. La música sonaba de fondo y el humo se escapaba de nuestras bocas para fusionarse ente ellos y desaparecer en medio del aire.

Me agradaba que ambos pudiéramos disfrutar de un momento en silencio, sin sentirnos incómodos por eso. A pesar de todo, Zac era una buena y agradable compañía.

Siempre has sido túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora