Capítulo 44

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Natalia

–Todo saldrá bien, tranquila– Había perdido la cuenta de las veces Catalina había dicho esa frase desde que llegó, pero lo que sí sabía era que no había dejado de reírse como hiena cada vez que la repetía.

–No lo sé, nunca había conocido a los padres de mis novios– La rubia elevó una ceja, puse los ojos en blanco y me reí de mí misma –Como si hubiese habido otros.

–¿Qué es lo peor que puede pasar?– Lanzó una pregunta al aire, la cual llamó mi atención –¿Qué le caigas mal?– Ella volvió a reír como el carroñero animal, entretanto que mis manos comenzaban a transpirar y el miedo incrementaba.

–Eres una perra– Esbocé una ladeada sonrisa y mordí mi labio inferior –Pero tienes razón– Resoplé frustrada a la vez que me dejaba caer sobre la cama. Tapé mi rostro con mí almohada, queriendo escapar por un segundo de mis nervios –Te odio– Con una falsa sonrisa me reincorporé.

Sentándose a mi lado, Cata se dedicó a sobar el lomo de mí mascota, quien movía su rabo contento ante la muestra de cariño –No dramatices– Sin dejar de acariciar a mi perro depositó su vista en mí –¿Me dejarás maquillarte de una vez? Matt no tardará mucho en llegar y ni siquiera te has cambiado.

–Lo sé– La acompañé en su actividad y pasé la palma de mi mano reiteradas veces sobre el peludo cuerpo de Oso –¿Debería vestirme elegante?– Poniendo mi mejor cara de fastidio miré el rostro de mi amiga esperando un "No es necesario" como respuesta, pero por el contrario ella sonreía y las facciones de su cara me decían que la respuesta era obvia –De acuerdo– Suspirando con pesadez me levanté de mi mullido colchón y me encaminé hacia mi pequeño armario en busca de alguna prenda que coincidiera con la ocasión.

Después de haberme probado unos cinco vestidos, que según la chica Thompson era una prenda indispensable, nos decidimos por el sexto, era pegado al cuerpo en la parte superior y un poco más holgado en la inferior, por lo que relucía mi escondida figura, de color negro con un sutil escote en el frente y uno más llamativo ubicado en mi espalda, la tela llegaba hasta un poco más arriba de mis rodillas, me parecía algo corto pero mi consejera dijo que así, era perfecto. En mí rostro un maquillaje natural obtenido de las expertas manos de mi amiga, destacaba el color de mis ojos ocasionándoles un brillo más atractivo. Dejé mi cabello suelto, logrando que cayera en forma de cascada por ambos lados de mi torso, y dejé un mechón más delgado que hiciera lo mismo, pero por mi espalda. Unos zapatos negros y la chaqueta de cuero fueron el toque final.

–Ahora sí, estás hermosa amiga– El halago de Cata provocó un ligero enrojecimiento en mis mejillas.

Decidí esperar a Matt abajo, ya que correr por las escaleras con zapatos terminaría en un desastre. Saludé a mi madre que estaba preparando la cena para el resto de la familia.

–¿Justo la noche en la que me voy harás milanesas?– Haciendo un puchero me crucé de brazos.

–Comerás algo mejor– Río mientras ponía los platos en la mesa, me acerqué a ella para ayudarla –Pórtate bien, es una familia con plata. Por favor, se amable y no olvides tus modales– Dijo mirándome mientras pinchaba la descongelada pieza de carne con un tenedor y la pasaba a la sartén con aceite caliente.

–Sí mamá– Sonreí y depositándole un beso sobre su mejilla me despedí –Guárdame una.

Mi celular sonó, Matt ya estaba cerca. Guardé el teléfono y sacudí mis manos, respiré hondo y segundos después largué el aire contenido. Con cuidado de no sobresaltarlo, me acerqué al sofá que adornaba el living y me senté en él, despacio.

–Ya me voy abuelo– Su rostro giró hacia mí, una sonrisa que se dibujó en él, colmó de gozo mi corazón, asintió ante mis palabras y con un beso me despedí –Llámame si necesitas algo, ¿De acuerdo?

Siempre has sido túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora