Capítulo 30

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Después de unos minutos de viaje, por fin llegamos a su increíble casa, la cual no había pisado desde aquella inolvidable noche que pasamos juntos.

—Linda cadena— Comentó de repente sin mirarme mientras giraba las llaves del auto, apagando su motor.

Un escalofrío bailó sobre mi columna vertebral, intensificándose en mi espalda baja. No iba a mentirle, no quería hacerlo, pero... ¿Cómo se tomaría el hecho de saber que fue Zac quien me la regaló? Si bien son amigos y hasta incluso "hermanos", Matt todavía sentía celos por el pelinegro y aunque tuviera motivos para sentirlos, volvía algo incómoda la situación.

—¿No me dirás?— Consultó en un suave tono, devolviéndome a la realidad.

Observé sus iris y estos ya estaban intensamente anclados a los míos, acorralándome.

—Sí... Eh— Balbuceé y jugando con mis manos, tomé aire —Fue Zac— Revelé, frunciendo mis labios y mirándolo.

Para mi sorpresa, había una sonrisa sobre su boca y una particular calma destellando en sus verdosos faroles.

—Ya lo sabía— Admitió —Simplemente quería saber si confiabas en mí o no— Acariciando mi mejilla, relamió su sonrisa —Te queda hermosa, sonrisitas.

—¡Oye! No me hagas eso— Sonreí con el gesto arrugado y ofendida, le di un golpe sin potencia en el brazo —Apropósito ¿Cómo es que lo sabías?— Levanté una de mis cejas, intrigada.

—Fui con él a comprarla. Aparte de ayudarlo a escogerla y elegir su grabado, también...— Se detuvo y apretando sus labios, descendió del coche.

Luego de verlo abandonar el negro vehículo, bajé con él y tras esperar a que estuviera a mi lado, lo tomé del brazo para detenerlo.

—Y económicamente ¿Cierto?

Sabía que, si lo miraba a los ojos, Matt jamás podría mentirme, no era bueno con eso, no conmigo; por lo cual, eso hice. Inspeccioné sus iris, obligándolo a decirme la verdad.

—No le digas nada— Metió su mano derecha en el bolsillo delantero de sus jeans en tanto su brazo izquierdo pasaba por encima de mis hombros —Prometió pagármelo, pero obviamente no se lo cobraré.

Sonreí al escucharlo y no solo porque me fue sincero, sino porque realmente las cosas con Zac se habían arreglado, por fin mis conflictivas y poco pensadas acciones dieron frutos. Parándome sobra las puntas de mis pies, me abalancé hacia él y pegué lentamente mis labios a los suyos.

—Gracias— Susurré sobre su boca, consiguiendo una sonrisa de su parte debajo de la mía.

Volvió a besarme con ternura, con amor. Estos besos eran los que más me gustaban, porque estaban llenos de sentimientos.

—Vamos que hay cosas esperándote— Recordó con la vista puesta sobre mis labios.

Una vez adentro, pasamos al living y automáticamente, se sacó la remera para tirarla sobre el respaldo de uno de sus grises sofás de tela. Una rutina que tenía, seguramente.

El volver a ver su espalda desnuda le dio rienda suelta a un arrasador cosquilleo en mi vientre, uno que no duró más de dos segundos. Mordiendo la esquina de mi labio inferior, lo contemplaba hipnotizada como si de un mismísimo dios que se movía con total libertad en aquella sala se tratara.

—En mi cuar... — Rompió el silencio observándome por encima de su hombro.

Mis pupilas reaccionaron antes que yo y se estancaron en su boca. Al notar su ceño fruncido y una orgullosa sonrisa sobre sus labios, volví en mí.

Siempre has sido túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora