Capítulo 34

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Matt

Antes de abandonar el lugar me compré otro trago. Mientras esperaba al hermano de mi novia e intentaba relajarme, me dediqué a consumir mi bebida y el cigarrillo que descansaba en mi mano. No estaba nervioso, realmente, muy pocas veces lograba estarlo, pero tomarme un momento antes de una buena charla era prácticamente un ritual personal.

La paz me duró poco cuando recordé la noticia que mis padres me habían dado esta mañana. ¿Cómo era posible que hayan tomado una decisión tan importante sin mi consentimiento? ¿Qué haría con el equipo, con mis amigos? Qué haría con... Natalia...

Froté mis sienes, frustrado. Si no dejaba de pensar en eso me explotaría la cabeza y para torturarme todavía más, la ansiedad de estar al lado de ella aumentaba a cada segundo.

—¿Matt? —la voz de Nicholas me sacudió. Volviendo a la realidad, sonreí y dándole un sorbo a mi vaso, le guiñé un ojo—. ¿Todo en orden?

—Sí. —Suspirando, relamí mis labios y mostrándome sereno, fui al punto—: ¿De qué querías hablar?

—Bien —arqueando una ceja, se cruzó de brazos y se acomodó frente a mí—. Escucha, Matt, yo no tengo ningún tipo de problema contigo, por el contrario, me caes muy bien, te aprecio y apoyo un cien por ciento la relación que tienes con mi hermana. Además, me has ayudado a entrar al equipo y has hecho más que feliz a Natalia. Que te quede claro que, ante mis ojos, tú eres el único al que creo merecedor de su afecto. —Nick hizo una pausa para tomar aire y dándole una pitada al cigarro, le presté atención a sus gestos, parecía estar nervioso—. Pero como sabes, ella es una de las tres personas más importantes en mi vida y lo que menos quiero es verla mal por un idiota que no valga la pena —mi ceño se frunció de manera inconsciente y mi cuerpo se enderezó. El pelinegro simplemente sonrió con calma—. No me mal intérpretes.

—No tengo por qué —contesté observando la aflicción que lo rodeaba e intentando controlar mi inconsciente, quien gritaba alterado no ser uno más en la vida de la pelinegra.

Nicholas comenzó a caminar y con el filtro entre mis labios, lo seguí. Exhalando pesadamente, se sentó a los pies de un gran árbol y recargó su espalda sobre la húmeda madera. Apagué el cigarrillo y con la bebida todavía en mis manos, tomé lugar a su lado.

—Ella no es como otra chica. Es humilde, tímida por momentos y atrevida por otros —rompiendo las pequeñas plantas del césped a su alcance, se perdió en los pedazos rotos que escapaban con el viento—. Es humilde, Matt, ¿comprendes eso? —las comisuras de su boca se elevaron—. A ella jamás le ha importado el dinero y quiero que eso lo tengas muy en claro y en cuenta. Lo que tengas en tus bolsillos no le interesa.

—Lo sé.

Sonreí al igual que él al recordar la charla que tuvimos en mi casa antes de ir a su fiesta de cumpleaños. Natalia había sido la primera chica que no se interesó por mi poder adquisitivo, ni siquiera intentó revelar el "rumor" que corría por los pasillos de la prepa sobre eso. Otra de las cosas que me hacían amarla.

—Lo que sí le importa es la compañía, el amor, la fidelidad y la calma que su gente le da.

—Es única, en eso tienes toda la razón del mundo, Nicholas. Conocí muchas chicas —intentó sonreír, pero falló—, pero ninguna como ella. Natalia, para mí, es literalmente perfecta.

—Entonces, espero que la cuides. Que la cuides como si fuera lo más importante en tu vida, Matt. Ella te quiere, muchísimo, y espera lo mejor de esto que tienen, al igual que yo lo hago.

—Te prometo cuidarla con mi vida si es necesario. Y puedes quedarte tranquilo que jamás traicionaría a tu hermana, no soy así. La amo, y la amo desde hace mucho tiempo, Nick —confesé suspirando. Despeiné mi cabello y relamiéndome los labios, anclé mis ojos en los suyos, transmitiéndole con ellos que mis palabras eran sinceras—. Puedes pensar que soy un niño caprichoso, estúpido, que cree poder llevarse el mundo por delante por el simple hecho de tener dinero —el pelinegro rio dándome la razón—, pero, aunque no lo creas, si bien siempre tuve todo, al mismo tiempo, nunca tuve nada. Toda mi vida estuve solo, incluso crecí solo; desde que tengo seis años que mis padres no viven conmigo.

Siempre has sido túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora