Capítulo 28

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—Buenos días— Saludó alegremente mi madre mientras un exquisito olor a café inundaba mi sentido del olfato.

Adoraba ese distintivo aroma durante las mañanas frías, bueno ¿Quién no?

—Buenos días, ma— Tomé una tostada de la mesa y me senté junto a mi hermano —¿Cómo te sientes abuelo? ¿Te encuentras mejor?— Cuestioné preocupada en tanto le sonreía y acariciaba su arrugada mano con preciso cuidado, con miedo a lastimarlo.

Su salud no era la mejor y con el paso de los días esta empeoraba a pasos agigantados. Sus visitas al hospital se habían vuelto constantes y por mucho que él detestara la idea, no tenía muchas opciones. No obstante, lo entendíamos a la perfección, entrar y salir de un lugar tan triste como lo eran estos peculiares establecimientos no era para nada divertido.

—Un poco sí, Nati. Pero no se preocupen, vamos, desayunen que no deben que llegar tarde al colegio— Le restó importancia a su estado y nos antepuso, como siempre.

Dándome suaves palmadas, sonrió por encima de su pesar y me guiñó uno de sus celestes luceros. No pude evitar sonreír con alegría por verlo actuar como si nada y, al mismo tiempo, con melancolía porque sabía que mi tiempo con él era escaso.

Mi abuelo, sin duda, era el hombre más fuerte que llegué a conocer, jamás se mostró débil no importa la situación a la que se enfrentase y siempre caminó por el sendero de la vida con su frente en alto. Lo admiraba y lo adoraba como a nadie.

Mientras le daba un trago a mi jugo, recordé el plan que habían creado mis amigos para las vacaciones de invierno.

—Ma, me olvidé de comentarte... — Volteé en busca de su rostro —Los mellis, Matt y Zac, planearon hacer un viaje durante estas vacaciones, quieren ir a la cabaña que tienen los padres de Matt. Es a los pies de las montañas, a unos 10 mil kilómetros de acá— Expliqué con los nervios transitando mis venas.

Mi madre sonreía al mismo tiempo en que fruncía su ceño y asentía repetidamente, mirándome como si estuviese loca.

—Me alegro por ellos— Jugó conmigo

Secando sus manos con un repasador, se acercó a la mesa en busca de su taza con café y siguió divirtiéndose con mi ataque de nervios, el cual me esforzaba por disimular. Si me decía que no, estaba dispuesta hacer un berrinche con tal de que me dejara ir, no podía perderme este viaje... Mejor dicho, no podía ser la única que se lo perdiera.

—¿Puedo ir?— Inquirí con una falsa y exagerada gran sonrisa.

Susana le dio un sorbo a su humeante infusión e intercambió una cómplice y fugaz mirada con mi abuelo. Giré a verlo, en una busca desesperada por su ayuda, sin embargo, él solo sonrió y se hincó de hombros. Mordisqueando las paredes internas de mi boca, fijé mis pupilas a la de mi progenitora, estaba torturándome con la innecesaria espera. La fémina del otro lado de la mesa, bajó el envase de porcelana hasta su pecho y relamió los extractos de café en sus labios, divertida.

—De acuerdo— Sonriendo, suspiré aliviada, festejando internamente —Pero las vacaciones son la semana que viene, tienes que sí o sí— Aclaró seriamente —Conseguir buenas calificaciones antes de irte— Afirmé con la cabeza —¿Cuántos días irán?

—Claro, mamá, no hay problema— Contesté enseguida a su condición —Creo que menos de una semana. Igualmente, hoy les preguntó bien a los chicos y te confirmo cuando vuelva— Me levanté de mi silla de un saltó y corrí a ella, sin que se lo espere la abracé por la cintura provocando que casi derramará su bebida —Gracias— Solté emocionada y repetí mis acciones con mi abuelo, aunque no pareciera, él influía bastante en esta decisión.

Siempre has sido túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora