Capítulo 13

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Matt se recostó y yo hice lo mismo, pero sobre su pecho. El aroma a sexo mezclado con el olor propio que emanaba de su piel, era algo nuevo para mis sentidos, pero me agradaba, ambos combinaban a la perfección y el brilloso sudor grabado sobre su duro abdomen, lo volvía sexy.

Las frescas y blancas sábanas era lo único que cubría nuestras intimidades expuestas, sostenida bajo mis axilas y pasando sobre mi muslo, el cual estaba sobre el cuerpo de mi chico, ocultaba también su masculinidad, muriendo así del otro lado del colchón. Él acariciaba mi cabello mientras que yo jugaba con mi dedo sobre su torso. Nos quedamos así por un buen rato, contándonos historias divertidas de nuestras vidas. Se me era imposible mirarlo sin sentirme completa por estar a su lado.

No faltaba mucho para que amaneciera y me percate de ello cuando uno de los primerizos y débiles rayo del sol, proveniente de la amplia ventana, se colaba por las cortinas dándole una tenue y acogedora claridad a la habitación.

No recuerdo exactamente en qué parte de la charla me atraparon los dulces brazos de Morfeo. Rasqué mis ojos ante la ya no tan débil luminosidad de la poderosa y amarillenta estrella y al percibir como uno de sus fuertes rayos quemaba el pedazo de cama donde una de mis piernas descansaba, me senté aferrándome a la suave tela que me cubría.

Miré a mi lado y mi novio no estaba. Fruncí el ceño ante eso y varios cuestionamientos se infiltraron a mi mente ¿No quiso dormir conmigo? ¿Habré echo algo mal? ¿Se habrá arrepentido? Entonces, sus palabras rasgaron para salir de mis recuerdos y resonar en mi cabeza.

—Te amo— Murmuré en voz alta, sonriente.

Mordí mi sonrisa y aferré todavía más mis dedos a las sábanas. Estaba encantada y por demás halagada ante su inesperada confesión. Aunque no me sentía completamente segura de que sus palabras hayan sido sinceras y la culpa de no haberle respondido como él seguramente esperaba me molestaba, pero es que se me hacía raro que alguien pudiera amar con tanta rapidez. Si bien nuestra relación comenzó de una manera muy apresurada, me tentaba la idea de ir conociéndolo ya siendo mi pareja. Sin embargo, amar es algo que no podría sentir a la ligera. Si sus sentimientos eran certeros, esperaba poder corresponderlo en algún momento.

Me levanté del lecho donde me había convertido en mujer hacía unas horas y me llevé las sábanas conmigo. Le di una rápida visita al baño, pero en cuanto intenté orinar mis genitales ardieron, haciéndome revivir la hermosa noche que había compartido con Matt. Enjuagué mi boca e intenté despabilarme echándome un poco de agua en el rostro. Busqué mi ropa interior, pero no estaba. Volví a la habitación y me acerqué al juego de sofás donde mi disfraz descansaba, encontrándome con mi lencería. Seguramente el mariscal había tenido el detalle de acomodarla.

Dejé caer la suave ropa de cama al suelo y deslizando las bragas por mis piernas, comencé a vestirme. Mientras abrochaba mi brasier, la puerta se abrió y asustándome, di un buen salto. Intenté tapar con mis manos mi piel descubierta, pero el susto se fue cuando el rostro de Matt apareció.

—Qué lindo entrar a mi pieza y encontrarte así— Con la diversión destellando en sus orbes y una sonrisa galante, entró.

Su mirada me recorrió y en cuanto su lengua se mostró para lamerse el labio inferior, sentí que mis mejillas empezaban a tomar otro color.

El hombre frente a mí ya me había visto desnuda, pero todavía sentía algo de pena por mostrarme así. Aunque estaba segura de que eso cambiaría con el tiempo.

—¡No me asustes así!— Reproché apretando mis labios para ocultar la sonrisa que su comentario me había causado.

—Te traje esto...— Rascó su nuca y me estiró unas cuantas bolsas —Te compré un par de cosas, supuse que no querrías usar ese disfraz a plena luz del día— Tomé su regalo y abrazándome por la cintura, me pegó a su cuerpo —Espero haber admirado bien tu cuerpo anoche y recordado a la perfección tus medidas— Argumentó sonrojándome y su sonrisa se incrementó. Creí que besaría mis labios, pero sorprendiéndome una vez más, besó mi frente —¿Quieres desayunar?

Siempre has sido túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora