-¡Apúrate, Nicky, que los chicos nos están esperando! -grité.
Estaba histérica al ver la hora que marcaban las agujas del reloj, encargado de adornar la pared que conectaba la cocina y el living. Eran las cinco de la tarde y debíamos estar en la casa de los Thompson hacía casi una hora.
Por fin la figura de mi hermano, rascando su cabello despeinado y con los ojos cerrados, aparecía a los pies de las escaleras. Levantarse temprano era algo totalmente desconocido para Nicholas.
-¿Por qué tanto escándalo? Podemos ir a la noche -vociferó en medio de un bostezo mientras caminaba hacia mí con las manos en su nuca, recargando su cabezota en ellas.
-A la noche no, Nicky -. Cruzándome de brazos, conté internamente hasta mil para no matarlo -Tenemos que ir ahora, nos arreglaremos allá y dejaremos todo listo para marcharnos mañana a primera hora.
-Te dije que iremos después -fanfarroneó abriendo la heladera, sin siquiera molestarse en mirarme.
-No quiero estar a las corridas por tu culpa -. Ignorándome una vez más, el oji-azul tomó una caja de cereales de la alacena -¡Te odio! -bufé.
Completamente frustrada, caminé pesadamente hasta él y le arrebaté la amarilla caja con un amarronado conejo en su costado inferior. Sin mostrar expresión alguna y estancando sus frías rocas azules en mí, sujetó la caja entre mis manos.
-No me importa, te dije que ahora no -repitió secamente-. Acabo de levantarme, no me jodas.
Maldito y mal humorado perezoso.
-¿Por qué siempre haces lo mismo? -interrogué. Torciendo el gesto, se hincó de hombros. Ya de mal humor, tiré de la caja y las estrellé contra el suelo -¡Eres un idiota!
Pasando por su lado, me llevé puesto su brazo.
-¡Vuelve acá y limpia esto, Natalia! -Protestó al notar que sería él quien lo limpiaría.
-¡Vete a la mierda! -Le devolví el grito cuando llegué a los pies de la escalera.
Dando un portazo, me encerré en mi cuarto y suspirando, me dejé caer de cara sobre mi cama. Abrí mi boca lo más que pude y desgarré mi garganta con un muy agudo grito. Como previne, las sábanas junto con el colchón apaciguaron mi escándalo.
Un terrible defecto de mi hermano era su estúpido carácter cuando recién se levantaba; a menos que se tratase de nuestra madre o abuelo, mandaba a la mierda a cualquiera que le hablara ni bien abría los ojos o peor, si lo obligaban a despertarse.
Según sus palabras "el despertar es sagrado", decía que a menos que fuese una emergencia, jamás correría y mucho menos se apresuraría cuando recién soltaba los brazos de Morfeo.
De todas formas, ese no es el problema, lo más irritante es cuando después de haber quedado y hacer planes conmigo, igualmente se levanta a la hora que quiere y ni hablar de cuando sale la noche anterior, como en este caso. Por lo que siempre me condenaba a llegar tarde. Como hoy.
Yo no heredé la puntualidad de nuestra madre, pero si le daba mi palabra a alguien, me ponía veinte veces el despertador cada cinco minutos de ser necesario.
Despegué mi rostro, del verdoso acolchado que por las noches me abrigaba, en busca de aire. Queriendo ahorrar tiempo y de paso relajarme un poco, decidí darme un buen baño; pensaba hacerlo en lo de Catalina, pero el irresponsable de mi hermano no me estaba dejando opción.
[...]
-Al fin llegaron ¿Qué les sucedió? -Fueron las primeras palabras que salieron de la boca de la rubia-. ¡Ya casi son las nueve, en dos horas pasan a buscarnos!
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Siempre has sido tú
Teen FictionTres vidas se cruzan, dos de ellas arrastran un latente pasado en común, la tercera es la llave que las conecta. Un amor inquebrantable ante cualquier circunstancia. Un hombre que sabe amar, en todas sus formas. Un amigo, no tan nuevo, que vuelve...