¿Por Qué No Fui Yo?

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"Evening Crow"
08 de octubre del 2016.

¿Qué pasa cuando estás en la casa de tu ex novio? ¿Qué pasa cuando sus hijos son amigos de la tuya? Sea cual sea la respuesta apuesto una botella de ron a que no es agradable.

Dentro de aquella mansión con acabados de cedro y aroma a limpieza y desinfección profunda, esa pregunta existencial se vino a mi cabeza.

Eve estaba tan asustada como yo. Aunque no es que fuera miedo, como el que sientes cuando se va la luz y una toalla mal colocada toma forma de un gran vampiro, era más incomodidad. Tampoco como cuando te molesta el zapato y caminaste todo el día, era peor.

Eve se balanceaba en sus talones con sus dedos entrelazados al frente y sus mejillas encendidas adquiriendo un tono color carmín.

—Bueno —rompió el silencio la altísima chica de lentes cuadrados de marco color café que llevaba puestos unos cortos shorts de mezclilla y unos tenis blancos relucientes con largas calcetas rosadas—. Creo que ya se conocen todos —movió los dedos para hacer un gran círculo.

Su voz era tímida y por sus mejillas se agolpaba la sangre en pequeñas motas desiguales que se confundían con sus pequeñas pecas.

—Eve —repitió la chica que sólo tenía unos centímetros menos que yo—. ¿Vienes? —tragó saliva.

Eve pareció salir de su trance y dio unos pasos al frente hasta subir los escalones tras la niña con playera negra sin mangas que resaltaba su piel blanca y lo que logré diferenciar como ojos color aceituna.

Cuando vi que Eve iba a la mitad de las escalinatas de fina madera lustrada con esmero de alguna empleada me aclaré la garganta, ofendida. ¡La había traído! Eso merecía por lo menos un gracias ¿no? O qué se supone que deben hacer las hijas cuando su madre conduce 2 horas y media en una tarde de 25°C. Eve pareció entender, se volteó con las manos aún en la baranda y dijo tan atropelladamente que me costó entender.

—Tardaremos algunas horas. Pero yo te marco cuando hayamos acabado. ¿Sí?

Y volvió a subir corriendo sin más explicaciones que las ya dadas. Sam miró a su padre y a mí con las mejillas más a su color natural que hacía unos segundos.

—Yo... Creo que voy a ver si... —tartamudeó mientras con sus pulgares indicaba la escalera—, voy a ver si necesitan algo. Ya saben, tijeras, pegamento, un sandwich.

Y al igual que Eve subió con velocidad la escalerilla, resbaló en el último escalón pero se repuso en un par de segundos mientras su rubicunda cara se asomó entre las separaciones de los escalones para asegurar que estaba bien, o vivo por lo menos.

Nick y yo miramos hacia arriba hasta que los pasos torpes de su hijo se volvieron casi inaudibles. Cuando el único sonido claro fue nuestra respiración me volví hacia él para toparme con que me miraba de hito en hito como si no quisiera saltarse alguna de mis ligeras pecas en las mejillas, como si me estudiara con cautela.

Sus verdes ojos se volvieron incómodos y su sonrisa innecesaria. Estúpidamente sensual, pero innecesaria al final.

Apreté los labios con fuerza, tratando de que alguna excusa se me viniera a la cabeza y recordé, estúpidamente, que el director necesitaba unos papeles ¡rayos cómo pude olvidar eso! Tenía que estar en su oficina en menos de 3 horas y me haría dos y media conduciendo hasta Stillwater.

—¿Quieres quedarte, Evening? —preguntó Nick.

—No.

Arqueó la ceja derecha.

—Bueno, me refiero a que tengo una cita en el trabajo y tengo que irme ya o llegaré tarde. No sería una novedad puesto que siempre llego tarde, incluso me citan antes que a todos y es algo gracioso porque...

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