Los Desconocidos De Hartford.

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"Evening Rowell"
03 de octubre del 2016

Lo que fuere, los ligeros rayos de las farolas de la tranquila calle en el cuarto blanco o la molesta sensación de congestión que me oprimía la nariz hasta un punto asfixiante, les debo una grande, pues cuando abrí los ojos me di cuenta, en el perfecto y masculino reloj plateado que reposaba con sus números rojos en la mesa de noche, que era aún una excelente hora. Las 5:30 AM para ser exactos, un récord para las Evenings. Qué extraño sonaba.

Aunque la yo habitual habría quedado muerta de sueño al consultar el despertador quise tomar las pastillas que no había ingerido en la madrugada, me sentía mejor pero no iba a dejarlo a la suerte. Obviamente necesitaba un vaso de agua y para completar esa acción tendría que levantarme de la cama ¡Pero bajar y colarme en la cocina! Ya era ser muy sinvergüenza de mi parte, aunque a Boregard no le molestaría en lo absoluto. Pero que tal si dormía en calzoncillos, no, mejor no.

Aunque también me dije con seguridad que no debería preocuparme por andar en esa casa, considerando que Louis y Boregard se paseaban por la de Evening a sus anchas, entrando y saliendo de las habitaciones. Sin embargo eso era muy desvergonzado para mí, entonces tenía que recurrir a alguien que sí pudiera bajar sin importar que Boregard estuviera durmiendo en la sala, Evening.

Pensar en salir de la cama y las sábanas con exquisito aroma a loción de cedro me dio pereza y me convencí de que podía traer la medicina por telequinesis, obviamente la enfermedad se me estaba subiendo al cerebro. Rodé los ojos y salí de la cama profiriendo un extenso suspiro cansado, no me molesté en ponerme las pantuflas ni en que la pijama era extremadamente grande y arrastraba por el suelo.

Salí del cuarto arrastrando los pies y con los hombros caídos con pereza hacia el frente. Crucé el pasillo con suelo de madera con la misma flojera y miré hacia abajo cuando estuve fuera del cuarto de Crow, abrí la puerta que, a diferencia de la anterior, emitió un ligero chirrido que acompañó al golpe de mi vista cuando encontré a mi profesora de teatro abrazada y en la misma cama con mi profesor favorito.














"Evening Crow"

Un agudo sonido penetró en la tranquila habitación oscurecida, en un movimiento involuntario de desperezamiento abracé más el fuerte cuerpo que tenía a mi lado mientras abría los ojos lentamente sólo para encontrarme con una asustada y recién levantada Eve petrificada en la puerta.

Me enjugué los ojos torpemente y ella salió de la habitación cerrando la puerta despacio.

—Ay por Dios, soy el mejor ejemplo del mundo, supongo —musité, más para mí que para mi acompañante dormido a mi lado con calma.

Seguí acostada en el pecho de Boregard tranquilizándome con su respiración uniforme y calmada. Ya habría tiempo para explicarle a la mocosa, aunque no sabía muy bien qué era lo que debía explicar. Pero me concentré en ese momento, por un instante me dediqué a existir sin más, quería que el momento se congelara para poder meter ese sonido tan melódico que emitían sus palpitaciones en una cajita de música y ponerla en mi buró.

Aún después de tantos paseos en auto a destinos portentosos con mi madre parloteando órdenes al desdichado chofer, a pesar de que solía quedarme dormida en el regazo de ese chico con frecuencia, nunca había sentido tanto regocijo como en ese preciso instante.

¿Saben algo? Creo que no puedo detallar con exactitud qué es lo que sentía por Boregard. Es que era todo tan irreal, de ese hombre me enloquecían tantas cosas que perdería la cordura si las enumeraba todas, tampoco creo que alguien tenga tanto tiempo como para escucharlas. Es que... hasta su nombre me parecía único, también sé que es absurdo porque hay probablemente diez personas llamadas Louis tan solo en esta calle, pero eso no me interesaba en absoluto, porque a nadie le lucía tan bien como a él, le hacía juego, así como sus ojos oscuros, sus largas y despeinadas pestañas, esa perfecta sonrisa, su fuerza, su inteligencia, su voz gruesa y su bellísimo corazón. Todo en él era lindísimo, incluso eso que me hacía sentir en el fondo del estómago. Él era la belleza en todo su esplendor, me sentía afortunada de poder tocar toda esa perfección.

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