"Evening Crow"
16 de diciembre del 2016.La sala de conferencias era un enorme auditorio en la planta baja de la secundaria del New York College. Estaba repleto de sillas estilo imperial rocker de color azul marino en filas de ocho y columnas de doce para la comodidad de los alumnos o para acostumbrarlos para cuando ocuparan algún asiento en el gabinete de los Estados Unidos. Había un pasillo con escaleras descendentes en color blanco y a la derecha otras ocho filas y un enorme escenario frente a todo. De entre el cuarto solitario de paredes color crema sólo se notaba una pequeña cabeza cuya dueña gimoteaba al medio del primer conjunto de sillas azules. Las lámparas de 2X32 w emitían un sonido estático casi imperceptible interrumpido por los lloriqueos de Eve.
Bajé los escalones despacio mientras mis botines de piel sintética resonaban en el silencio cuando mi pie tocaba la losa blanca.
Eve estaba hecha un ovillo con los pies sobre el asiento acurrucada de lado y con sus manos abrazando sus rodillas como si fueran lo único que le quedaba en el mundo. Podía ver los cabellos que salían de su peinado flojo y mal hecho pegarse a sus mejillas con lágrimas. Su aspecto era espantoso, estaba pálida, se veía demacrada y su uniforme estaba arrugado, se veía débil y vulnerable, sentí lástima y por un instante en mi mente resonó una gruesa voz que me reprendió por tenerla en esa situación. Me sentí terrible, sólo quería salir de ahí porque no podía sacar aquel frustrante sentimiento que no podía describir con claridad ahora alojado en la boca del estómago revolviéndome los jugos gástricos.
—Eve. —me incliné hacia ella, los cabellos que me había ondulado me cayeron en la cara y tuve que apartarlos con los dedos.
—Vete. —contestó con la voz ahogada por sus manos que cubrían su cara.
—No creo que quieras que me vaya —me erguí y crucé mis brazos frente a mi pecho—, de ser así no habrían ido a buscarme. ¿Qué pasa? Vámonos a casa y en el camino me cuentas ¿de acuerdo? Se nos hace tarde, ya todos se están yendo.
Ella se quitó las manos de la cara y se rió con ironía, su rostro estaba rojo y tenía los ojos hinchados.
—Tú tienes la culpa de todo esto. —me gritó.
Eché la cabeza hacia atrás. Siempre yo, debí imaginarlo. Eve podía echarle siempre la culpa a la primer persona que pasara frente suyo cuando estaba enojada.
—¿Qué? —dije ofendida. Estiré los brazos y me los llevé a la cabeza—. ¿Qué hice ahora? Qué... qué...
Se paró abruptamente del asiento haciéndome retroceder unos pasos para darle espacio.
—¿Por qué jamás me lo dijiste? —de su voz salió un gritito agudo—. Te odio por esto y por todo lo que no eres capaz de darme, jamás me lo advertiste y si alguien se dio cuenta se reirá de mí.
Mi mente parecía una enorme bodega con archivos en los que trataba de rebuscar para tratar de comprender de qué demonios me estaba culpando esa vez.
—¿Pasó algo en la conferencia? —pregunté, ella se cruzó de brazos y frunció la boca mirando hacia sus pies y a la mochila de tela gruesa y oscura debajo del asiento acolchonado—. ¿Fue eso? Oh demonios ¿hicieron el ejercicio del condón? Si es por eso no es para que te pongas como Hillary Clinton debatiendo contra la cancillería Iraní.
—No es por eso, Evening. —me contestó fastidiada.
—¿Ah no? ¿Entonces? Mira esto no es mi culpa ni de lejos, se supone que a estas alturas del partido deberías saber cómo colocar un preservativo y si te pasaron al frente de la conferencia y no supiste cómo, lo siento demasiado, pero repito: ¡Eres muy dramática! Yo misma te enseñaré cómo colocarlo, es más, de mi cuenta corre que seas mejor que Ray Blanchard para el próximo sermón de sexualidad. Te darán un reconocimiento y lo pegaremos en la pared junto al de ortografía.
ESTÁS LEYENDO
Evenings
General FictionUna autora de suspenso y aventura se une con una editora de novelas de misterio para desafiarse a sí mismas y transportar a los lectores a una ajetreada Manhattan, el fascinante mundo del teatro, los excesos, los adinerados colegios y... las más tri...