1. La Graduación

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"Evening Rowell"
14 de julio del 2015.

-Es momento...

La voz de la subdirectora resonaba en los altavoces del salón de eventos del Colegio de Manhattan en todo su esplendor y a su máxima capacidad, con todos sus invitados en silencio, atentos y quienes se presentaron en sus mejores galas para mirar cómo entregaban los certificados de primaria a sus hijos, sobrinos, nietos o, por qué no, vecinos. Cada persona en la sala tenía la vista bien puesta en el escenario con cortinas verdes en donde se llevaba a cabo todo el evento.

Un salón tan repleto como aquel me recordaba vagamente, ya que no venía al caso, lo fundamental que era la ninhidrina para un médico forense y lo tranquila que me haría sentir tener un poco en mis manos para así poder saber con exactitud cuántas personas me estarían observando las espaldas, aunque dicho agente reactivo no sirviera exactamente para aquellos fines.

-De ceder el micrófono a una destacada alumna de la generación 2010 - 2015...

Aún no estaba lista y creía que podía desmayarme en cualquier momento si me ponía de pie y ocupaba las fuerzas que me quedaban para respirar en dar unos pasos al frente. Además, el auditorio estaba repleto, se palpaba un calor pegajoso, común del verano y las costas de Nueva York, que me hacía sentir sucia e insegura ¿Y si olvidaba todo?

-Dando unas palabras de despedida en nombre de todos sus compañeros graduados...

Estaba a punto de subir al escenario y mi pánico escénico estaba más presente que en los ensayos, pero no podía retroceder, no podía arrepentirme. Pero pararme ahí frente a todos, Dios. ¿Cómo acepté?

-Así que recibamos...

Respira, me dije. Lo has hecho perfecto las semanas anteriores, ésta no será la excepción. Será sencillo, recuérdalo, Eve, todo estará bien, no hay monstruos bajo los tablones; y aunque así fuera, eres más grande que ellos, sólo no los mires a los ojos.

-Con un fuerte aplauso a...

Alto, no. Iba a vomitar, iba a vomitar. Paren todo.

-Evening Rowell.

Y los aplausos comenzaron a esparcirse por la sala, primero unos cuantos, después todo el auditorio. Sabía que era momento de pararme y subir a hacer lo que todo mundo esperaba que hiciera, lo habíamos ensayado cinco veces en la última semana. Estaba en la tercera fila rodeada de mis compañeros de clase así que había aproximadamente 2.5 metros entre el escalón que me llevaría al prosenio y mi asiento en la sala del foro moderno. Me paré cuando los aplausos estaban desvaneciéndose, aferrando mis manos a la toga, porque no sabía en qué otro lugar ponerlas, hice tanta presión que mis uñas, perfectamente limadas y sin una gota de esmalte, atravesaron la tela delgada y satinada que debía devolver al terminar el evento, aproximadamente en 26 minutos.

Una vez arriba del escenario volví la vista hacia atrás donde la gente había dejado de aplaudir casi por completo. De entre todas las miradas, que hacían que mis axilas sudaran, busqué la de mi madre para tranquilizarme, aunque sabía de antemano que estaría más asustada que yo. Justo en la penúltima fila pude distinguir a Emily Rowell con facilidad de entre las caras excesivamente maquilladas que me recordaban a las damas de la época tudor.

El cabello de Emily era demasiado corto y estaba pegado a su cabeza con mousse de aroma a limón, no era precisamente delgada pero no me avergonzaban sus rollitos en el vientre, tampoco era voluptuosa ni el estereotipo de sensual, pero tenía unos hermosos ojos color café verdoso. Su piel era tostada y tersa y siempre parecía mucho más joven de lo que realmente era, además siempre estaba tibia. Me miró con las manos en la boca intentando reprimir un grito de alegría y automáticamente sentí que el mundo se enfocaba de nuevo, porque todo lo que hacía era para demostrarle a mamá que lo que había hecho a lo largo de los años, las horas enseñándome a leer o sus tardes deperdiciadas revisando mis tareas, habían valido la pena. No conocía mejor sensación que esa cuando ella sonreía sintiendo orgullo en el pecho. Con toda esa confianza en sus pupilas castañas que estaban cristalinas en su mal intento de dejar de llorar, caminé por el escenario de madera hacia el noreste, todo el corto camino, desde los asientos hasta los escalones, intenté mirar mis pequeños pies, aminoré el paso pero no pude evitar llegar.

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