SÍ.

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"Evening Crow"
14 de febrero del 2017.

—¡Quiero mi cama! —grité cuando Eve y yo estuvimos dentro de la casa. Apartadas por fin del viento frío de la calle.

Me tiré en el sofá mientras Eve se despojaba de su abrigo en la entrada, doblaba sus guantes y su bufanda con precisión para guardarlos en el mueble junto a la entrada.

—Fue un desastre ese convivio —admitió caminando hacia la cocina—. ¿Viste que a Sam casi se le cae la fuente de chocolate encima? Sólo porque él quería fresas y el chico de octavo se las había terminado todas.

—Te dije que no fuéramos —le reprimí mirando al techo.

—No, yo fui la que te lo dijo. Tú, por alguna extraña razón, has querido llegar puntual a la escuela desde ayer. Creí que jamás te vería despertarte al primer timbrazo de una alarma. Evening, has actuado rara desde lo que pasó con Nicolas, creí que terminar con él te dejaría... no sé ¿abatida?

—Me siento liberada. Como un gorrión, una mariposa saliendo de su crisalida.

—Esas referencias suenan muy poéticas para ti.

Alfonsina Storni está en mi reto de lectura 2017.

Eve se dejó caer sobre mi espalda y partió la galleta que traía en la mano para darme la mitad.

—¿A qué hora iba a venir Sam por ti?

—A las 12:30. Riley va a estar esperando en la plaza. ¿Qué hora es?

—No te corro pero faltan 5 minutos para que toquen la puerta.

—¡Demonios, es tardísimo! —se levantó abruptamente aplastándome los pulmones y corrió por la escalera.

Me tronó la columna cuando me vi librada de su peso. Me levanté del sofá con dificultad; me deshice de las orejeras y los guantes para poder husmear en mi bolso apartando cajas de chicles de menta vacíos y dar con mi celular. El teléfono no mostraba mensajes ni llamadas recientes y el creciente buen humor de toda la mañana pareció esfumarse de pronto. El nombre de Boregard no aparecía en la pantalla como había anhelado desde el momento inmediato al que había abandonado mi casa tres días atrás.

Eve tenía razón, otra vez, la había obligado a levantarse muy temprano ese día y también uno anterior, aunque ella misma me había pedido que nos quedáramos dormidas hasta tarde. Pero no podía explicarle que la necesidad de ver al hombre que me revolvía los pensamientos por las noches era tan demandante como beber lo habría sido meses atrás.

Meterme en la misma cama en la que él me había hecho sentir tan plena y amada e intentar dormir tranquila era como dejar a un niño en una feria con suficientes boletos como para subir a todos los juegos dos veces. Recordaba sus caricias, sus besos distribuidos por todo mi cuerpo, el roce de su piel y comenzaba a sudar de nuevo. Me encantaba martirizarme con el recuerdo que parecía más un sueño por su perfección que algo que hubiese pasado en verdad.

"Te amo, Evening. Sin importar lo que pase" me había dicho con miedo. Miedo de mí, de lo que fuera a hacer a continuación. ¿Él pensaba que no lo amaba? Como si eso fuera posible, demonios. Desde mirarlo sonreír hasta un abrazo suyo me eran vitales, no habría forma de llevar una vida cuerda sin él a mi lado.

Por primera vez analicé mi recuerdo con cautela, sus manos temblaban como muy pocas veces antes lo había visto y con el corazón menos acelerado me habría parecido casi una súplica más que una confesión sus maravillosas palabras que me habían alentado a tomar cartas en el asunto de mi estabilidad emocional.

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