2. Primer Día

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"Evening Rowell"
18 de agosto del 2015

-Te encantarán los uniformes, Eve. ¡Ay, estoy tan emocionada! Ya quiero verte haciendo tareas para la secundaria -dijo mi madre moviéndose frenéticamente en el asiento del conductor provocando que su cabello, con excesivas capas de fijador con aroma a uva, se moviera ligeramente desafiando la fuerza de gravedad.

-No entiendo por qué debería ser diferente -respondí nerviosa sin apartar la vista de lo que fuese que pasara fuera del auto en movimiento que mamá conducía en dirección a Stillwater, una comunidad escénica con más o menos 9,000 residentes registrados, no es que hubiera investigado demasiado, y aunque lo hubiera hecho, porque así fue, tenía motivos de sobra, pues ahí se levantaban los edificios de mi nuevo colegio-. Todo será igual, resúmenes -me limpié el sudor de las manos en el pantalón de vestir color blanco-, maquetas. Todo como hasta ahora.

Mamá siguió hablando como si yo jamás hubiera abierto la boca, aunque me di el privilegio de prestar poca atención a lo que dijese. El cinturón de seguridad me lastimaba el pecho, lugar en donde mis senos recién comenzaban a formarse tímidamente, pero no tenía intenciones de sentarme correctamente como mamá llevaba minutos pidiéndomelo, cada vez en tono más serio que la anterior.

Yo había metido la pata, creí que no se lo tomarían en serio, pero tan pronto como las palabras salieron de mi boca mis padres tomaron el teléfono, ignorando mis repentinas súplicas intentando hacerlos entender que no lo había dicho en serio, no completamente por lo menos, y comenzaron a marcar los números impresos en el folleto medio arrugado y roto que el director Gordon les había entregado a mis padres y que yo miraba a escondidas de vez en cuando. Pero mamá estaba tan emocionada, sus ojos con un brillo reconfortante, que decirle que necesitaba un momento para analizarlo mejor le habría destrozado las ilusiones de par en par, una excusa que comenzaba a creerme para deslindar mi falta de valor.

-¿Cuándo entras a clases tú? -preguntó Annie que se hallaba sentada junto a mí en la parte trasera del auto de mi madre, un Chevrolet Captiva de color blanco que poco me agradaba, siempre había deseado un Jeep, pero mis papás lo consideraban poco formal, algo que jamás logré entender.

-Yo no...

-En tres días, Ann -contestó Emily por mí sin perder jovialidad en la voz.

Mamá siempre terminaba las oraciones por nosotras ante cualquier persona, como si temiera que nuestras respuestas sonaran infantiles o poco acertadas, o tal vez se sentía tan emocionada por los acontecimientos en la vida de sus hijas que no podía contenerse y quería ser ella la vocera. Me molestaba que lo hiciera, me habría gustado poder responder sola a todo cuestionamiento de los mayores, o de cualquiera fuera de la escuela, aunque tampoco estaba completamente segura, como siempre, de que pudiera hacerlo, la gente me miraba tras cuestionarme y aunque fuera una pregunta insignificante sentía una presión justo en el puente de la nariz, antecesor de unas lágrimas traicioneras que no sabía por qué estaban allí.

Mamá enfiló el auto en el estacionamiento del New York College en la sección de profesores en donde por única ocasión dejarían estar a los padres de primerizos debido a la demanda de lugares disponibles en el estacionamiento general. Una multitud de chicos, la mayoría de mi edad, salían con mochilas al hombro, ropa casual, ninguno vestido tan formal como yo, caminando entre grupos de amigos de las puertas traseras de aquel gran y victoriano colegio, se veía antiguo pero fuerte, capaz de resistir cualquier aparatoso desastre. Era como me imaginaba los castillos de Tolkien; los chicos que salían de la escuela no asistían a clases, sino que estaban allí por el curso de verano que era básico para todos los de primer año, era el último día y en sus rostros jóvenes y burlones se apreciaba cierto alivio.

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