"Evening Crow"
13 de enero del 2017.—Prueba con el mío si quieres —ofreció Nick antes de darme su celular de color negro—. ¿Cómo va el dolor de cabeza?
Me tocó la frente como si le tomara la temperatura a alguno de sus hijos.
—¿Podrías hablar un poco más bajito, por favor? —le susurré cuando un calambre me desgarró la nuca.
—Ya entiendo —respondió tras sonreír—. Le pediré a la camarera que ponga otra aspirina al lado del café.
—Sí, es una buena idea.
—Pues... termina de arreglarte, yo voy a ver si los chicos ya están listos y a ordenar el desayuno en lo que bajas. Tómate tu tiempo.
Por el maduro rostro de Nicolas Collins no había ni rastro de ebriedad o resaca. Sus ojos casi verdes brillaban como todos los días y sus largas pestañas rizadas les hacían monumento. El bronceado dorado de su piel disminuía las ojeras negruscas bajo sus pequeños, pero fuertes, ojos y su traje de satín azul marino —que Nayeli le había arrojado minutos atrás por la rendija de la puerta de su habitación— relucía impecable ante la luz matutina que entraba por la enorme ventana de vidrios bien limpios a mi derecha.
Nick sonrió una última vez y se dio la vuelta con sus manos en sus bolsillos, pero pronuncié su nombre aunque la cabeza volvió a dolerme como nunca antes.
Él se acercó con pasos cortos a la cama de sábanas blancas hechas un desastre en la que yo estaba sentada con el cabello hecho un lío y unas ojeras prominentes y los labios resecos y agrietados.
—Gracias —aparté la vista de su rostro y su traje que parecía resplandecer con el sol que me lastimaba la vista como si observara un eclipse directamente y con la intención de quemarme las retinas— por todo.
—No tienes nada que agradecer, puedes confiar en mí tanto como lo desees —calló un momento—. ¿Sabes una cosa? Siempre has tenido cierta habilidad para meterte en líos.
—Por desgracia creo que eso es cierto —tenía tanto sueño que sentía que mis ojos se cerrarían solos—. Pero también creo que he tenido la misma suerte para encontrar personas que me salven.
Volví a alzar el rostro aunque sentía el dolor de mil agujas enterrándose con fuerza alrededor de todo mi cráneo cada vez que movía la cabeza.
—Sí, bueno... creo que me toca ser el bueno en esta etapa de la vida. Te ayudé a saltar por la ventana muchas veces, Rose. Pero no más.
Estiré mi mano para alcanzar la suya que sacó de la bolsa de su pantalón. Tenía una mano gruesa, fuerte, no era suave como la de Boregard y las venas azul-verdoso le saltaban por todas partes como alambres mal sujetos.
Se acercó con cuidado, como si yo estuviera herida y tuviera miedo de ejercer mucha fuerza, y me depositó un beso suave en el puente de la nariz. Sonreí después de eso.
—Te espero en el restaurante, Rose.
Asentí y sentí cómo el cerebro se golpeaba contra la cavidad craneal y replicaba por mi falta de cuidado.
Miré con los ojos entrecerrados a la ventana con las cortinas completamente corridas y el dolor se intensificó con el azul del mar.
Limpié la pantalla del celular apagado con el dedo pulgar y me encorvé tras soltar una larga exhalación que pareció aliviarme momentánemante el dolor de estómago.
En la madrugada, tras salir de la tina con agua helada que había nivelado mi mareo, había marcado 16 veces al teléfono de Boregard, pero ninguna de esas me había contestado. Le dije a Nick que sólo habían sido 10 los intentos para no parecer tan desesperada y frágil. ¡Menudo consuelo!
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Evenings
General FictionUna autora de suspenso y aventura se une con una editora de novelas de misterio para desafiarse a sí mismas y transportar a los lectores a una ajetreada Manhattan, el fascinante mundo del teatro, los excesos, los adinerados colegios y... las más tri...