"Evening Rowell"
12 de enero del 2017.—¿A qué hora dijeron que regresaban? —me quejé mientras me dejaba caer en la cama que aparentemente era de Nayeli.
Estábamos los tres viajeros más jóvenes conglomerados en la habitación de los Collins que estaba en el séptimo piso del magnánimo resort por donde paseaban demasiados turistas con ropa cara. La habitación era un poco más grande que la de Evening y yo, aunque sólo por un par de metros; a la izquierda había tres camas matrimoniales una al lado de la otra separadas cada una por un buró de dura madera oscura y una lámpara que emitía un destello amarillento.
Sam suspiró agotado y se miró el reloj de mano, luego dejó caer su mano pesadamente a su costado, estaba acostado en una posición agotada sobre el sofá en L de color rojo junto a la gran ventana con las cortinas de color rojo y blanco abiertas y una fina capa de sudor le recorría la frente ahora color bronce por el sol.
—A las once —respondió con sueño—. Pero es la 1:30 de la madrugada, así que ustedes dirán qué prosigue.
Nay bajó su maleta negra de la cama kingsize que estaba en el medio de las otras dos y la cerró en el suelo, luego se la llevó arrastrando con dificultad y la colocó junto a las otras cuatro maletas amontonadas ordenadamente en la esquina y en donde estaba incluida la mía que también era la de Evening.
—Yo creo... —Nayeli se dirigió al ventanal por el que se miraban una docena de luces y la orilla del mar en donde Evening y Nick estaban sentados desde horas atrás—, que debemos darles privacidad —separó las sílabas antes de cerrar las cortinas con fuerza y sentarse en el sofá chaise longue a unos metros de la cama del medio—, y dormir.
—Evening se llevó las llaves de mi habitación —estaba tan exahusta que sólo pude señalar con el dedo hacia la puerta.
—Creo que ya olvidé adónde iban a ir —la mano de Nayeli colgaba ahora del sofá contiguo al de su hermano, parecía una musa lista para ser pintada por algún renacentista sediento de golpear su pincel contra un lienzo. Sus pecas le resaltaban el color de los ojos que con la tenue luz parecían marrones
Los Collins usaban pijamas a juego como lo haría cualquier familia rica de ese edificio de incontables pisos. No había visto a Nick, pues cuando se fue con Evening al primer piso llevaba bermudas y una camisa negra ajustada, aunque presentía que en sus maletas encontraría una pijama igual si me decidía a buscar, pero Nay y Sam vestían una playera azul marino con un manatí blanco en el medio, pantalón negro y pantunflas rojas.
—Ellos dijeron que irían al bar por un par de horas mientras nosotros hacíamos las maletas.
—Pues miren —Sam se sentó—, yo no seré un genio matemático ni mucho menos, pero creo que un par de horas significan 3...
—2 —lo corrigió su hermana que tenía dolor de cabeza y trataba de aliviarlo cerrando los ojos. El comentario sonó natural y no pedante.
—Exacto, 2, y ellos no llegan. ¡Alguien que me explique quién demonios les dio la idea de ir al bar!
Miré a Nay con una ceja enarcada, ella se retiró la mano de los ojos y miró a su hermano contorsionando su cuerpo.
—Yo sólo quería que pasaran un rato juntos ¿hay algo de malo en eso? Primero te enojas porque no lo dejo rehacer su vida y cuando intento ayudarlo igual me llevo una reprimenda. ¡Define tus malditos intereses, Sam!
—¡¿UN RATO JUNTOS?! Pero si se han pasado todas las vacaciones uno al lado del otro. No se despegan ni por un segundo. Hasta me están preocupando —Sam volvió a recostarse lentamente en su cómodo sofá.

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Evenings
Fiksi UmumUna autora de suspenso y aventura se une con una editora de novelas de misterio para desafiarse a sí mismas y transportar a los lectores a una ajetreada Manhattan, el fascinante mundo del teatro, los excesos, los adinerados colegios y... las más tri...