El Trato

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"Evening Crow"
30 de agosto del 2016.

Sentí un peso hundir la orilla de la cama, pero tenía tanto sueño que no importaba quién fuera, aunque intuía saberlo. Sólo conocía a un loco capaz de madrugar por voluntad propia en vacaciones de verano.

—Evening —susurró Boregard al mismo tiempo que ponía su mano en mi brazo para sacudirme con cuidado.

Qué molesto era cuando se metía en mi casa para despertarme de esa manera, aunque sea la manera más dulce en la que alguien me hubiera despertado jamás, tal vez estaba acostumbrada (mal acostumbrada) a los malos tratos.

Boregard tenía una obsesión con la puntualidad y levantarse temprano para ducharse, desayunar y alistarse con calma, yo, en cambio, estaba a punto de casarme con la cama y correr de la casa a todos los despertadores porque nuestra relación no era la mejor, tampoco tenía interés alguno en cambiar dicha situación.

Cuando Boregard interrumpía la ociosa calma de mi casa para despertarme usualmente le costaba demasiado, pero a veces me irritaba tanto que le concedía su cometido y me levantaba para que dejara de moverme el brazo; pero esa vez no le iba a funcionar, porque los párpados me pesaban tanto como las cobijas.

—Evening —susurró la voz gruesa de nuevo—. Evening, despierta, se hace tarde.

Puso su mano en mi cadera y siguió moviéndome, pero me cubrí la cara con una almohada nueva de color perla con la intención de que se rindiera.

—Evening, Evening son las 8:30, despierta.

¡¿A quién carajos se le ocurría ir a despertarme a semejante hora?! Claro, a Louis Boregard, el hombre puntualidad. Le iba a romper la nariz cuando me levantara, si es que lo hacía en un futuro cercano.

—No —respondí enojada dándole la espalda.

Oí su suspiro cargado de falso fastidio.

Muy pocas veces había escuchado a Boregard realmente molesto, incluso podía contarlas con los dedos de la mano, tenía demasiada paciencia y humor para tratar con todo lo que se le presentara, por muy odioso que fuera, como por ejemplo: lidiar conmigo todos los días.

—No quería hacerlo, pero me orillas, Evening, tenemos que estar en la escuela antes de las 10 y no pienso retrasarme, tampoco voy a salir corriendo de aquí sólo porque te da flojera levantarte.

Entonces sus fuertes manos bajaron a mi estómago para hacerme cosquillas, al principio me mordí la lengua para evitar caer en su juego y que me dejara en paz, pero tras 5 segundos cedí, me retorcí para intentar hacerle saber que él había ganado pero aunque ya estaba despierta él no se detuvo ni siquiera cuando me senté para intentar alejarlo sin poder aguantar la risa.














"Evening Rowell"

Unas muy fuertes carcajadas me despertaron de golpe. La luz de mi habitación, encantadora por cierto, me cegó por un momento, pero recuperé la noción de mi entorno tras unos cuantos parpadeos.

El cuarto era frío, pero agradable, no tan grande como mi habitación en la segunda planta de la 42nd Street, pero de eso a tener que dormir en la sala, o peor aún, compartir habitación con la profesora, prefería la fría habitación. Incluso despertar en ella me alegraba un poco el día y por unos segundos me hacía olvidar a mis padres al no tener que relacionar la casa de Riley con el accidente o la mía misma con mis difuntos progenitores.

Las risas iban en aumento y se me hizo bastante extraño, considerando que sólo estábamos Evening y yo en la casa. Presentía que era soltera, no me había detenido a pensarlo, ni mucho menos a preguntar, pero yo debería ser su única hija, deseaba serlo porque no estaba lista para afrontar lo contrario, aunque era muy poco probable.

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