3. Evening Crow.

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"Evening Rowell"
18 de agosto del 2015

-Ay no, esto no puede estar pasándome. No a mí.

Comencé a jalar la manija pero el seguro golpeaba a cada sacudida, nada, nada. El pestillo parecía haberse fundido por el cálido y pegajoso clima. La campana había sonado y yo estaba encerrada en el baño y Dios sabe cómo sería la profesora de teatro. Demonios, no podía pasarme. No.

Había imaginado mi primer día de clases de muchas formas camino a la escuela, hice una lista mental de lo que podría salir bien o inminentemente mal y aunque la columna de cosas malas había sido más larga, "quedarse atascada en el baño" no figuraba en lo absoluto. La vida seguía soprendiéndome después de 11 años.

Intenté hablar con alguien por teléfono para informar mi situación, vergonzosa situación, y deslicé mi dedo hacia arriba por la pantalla con desesperación cuando ningún nombre me era familiar, pero claro, mi celular estaba lleno de contactos del antiguo colegio, así que para eso servía el curso de integración, maldita sea.

Me frustré tanto que quise llorar, me tomé del pelo y me subí a la taza del baño, pero no podría salir por ahí arriba. Bajé de un salto y comencé a tocar la puerta con las palmas abiertas intentado que alguien me escuchara. Aunque como cuando entré, no había nadie que pudiera oír y la puerta de salida y entrada era tan gruesa que dudaba que alguien, incluso por pura suerte, pasara por ahí, que no había salón alguno, y entrara para ayudarme.

Retrocedí unos pasos para ver mis opciones con más claridad, intenté calmarme, respiré hondo aunque la sensación de morfina sólo duró unos cuantos segundos, las palmas de las manos seguían sudándome de impotencia y nervios, entonces una idea me llegó a la cabeza, pero aunque no era tan buena era la única que tenía y debía seguirla si me interesaba llegar a teatro.

Miré la rendija, la pequeña y estrecha abertura por donde se veían los pies desde afuera. Revisé mi celular una vez más y el reloj marcaba las 8:46 de la mañana, se había perdido una hora en la presentación de los profesores y llevaba seis minutos encerrada, el máximo para entrar al salón eran diez minutos después del toque, así que no había otra manera, si lograba salir tendría 240 segundos para llegar al segundo piso. Adiós dignidad si alguien me encontraba haciéndolo, pero faltar a mi primera clase no era una opción. Tomé la mochila y la aventé por encima de la puerta, cayó al otro lado con fuerza y temí que algo se hubiera roto, pero ya habría tiempo para reponerlo. Me hinqué y me tiré completamente al piso con el pecho a tierra, me deslicé como gusano empezando por la cabeza debajo de aquel estrecho agujero. Pasé con esfuerzos y un sinfín de jaloneos que terminaron por sacarme la blusa de la falda.

El suelo estaba húmedo y olía a un poderoso desinfectante. Mi saco se hizo de una gran mancha de humedad, tampoco había tiempo para arreglarlo. tomé la mochila y corrí a través de los pasillos desnudos por toda la secundaria. Subí a toda prisa por la escalera sujetando la mochila de una sola correa e intentando mantener el equilibrio mientras buscaba a tientas la otra. Di la vuelta al llegar al cuarto piso y ¡bam! Choqué estrepitosamente con un hombre mediano y moreno con overol de mezclilla azul marino y un gran y estorboso carro de servicio tras él. Solía chocar contra puertas y muebles todo el tiempo, y aunque estaba acostumbrada, nunca había estado tan avergonzada.

-Lo siento, señorita. ¿Está bien? -me preguntó el sujeto de voz cortante.

-Sí, sí, lo siento mucho, yo fui la que no tuvo cuidado -seguí caminando pero antes de dar más de 5 pasos decidí darme la vuelta-. Pero el baño del primer piso no, ¿sabe qué? Estoy muy enojada, esas puertas necesitan mantenimiento cuanto antes. ¿Es acaso que no se dan cuenta el peligro que son? Casi muero atrapada en una de ellas. Le sugiero que les eche un vistazo.

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