-¿Qué hora es?- preguntó Ivan sin quitar la mirada del camino.
- 2:54 am- respondí mirando la pantalla de mi celular.
- Ya casi llegamos amor, no te preocupes- dijo, sosteniendo el volante de la camioneta con un poco más de fuerza.
Sonreí, mi amor de la secundaria me había llamado... "amor", no podia sentirme mas feliz que ahora.
* * *
-Llegamos- dijo aparcando el auto frente a lo que parecía ser una bodega.
Abrí la puerta del auto y por un momento las piernas no me respondieron, estaban jodidamente entumidas.
-Oh, ven acá- dijo Ivan mirándome con bastante diversión.
Me tomó entre sus brazos y me cargó hasta la entrada del lugar, mientras yo no podia parar de mirarlo.
- Voy por nuestras cosas, preciosa, entra tu primero- dijo Ivan.
Obedecí y entre a lo que al parecer si era una bodega, pues estaba repleto de cajas.
-Bienvenida, perra- dijo una voz femenina detrás mío.
Me di media vuelta y me encontré con Rachel, apuntándome con un arma, con la expresión mas psicópata que jamás hubiera visto en su rostro.
El terror me inundó por completo, no podía moverme, ni hablar, y mucho menos pensar con claridad.
-¿No me vas a saludar? He venido a recibirte, maldita asquerosa- dijo sin dejar de apuntarme con el arma.
Me quedé en silencio, aunque quisiera, no podia responder, me he quedado muda.
-Veo que te han cortado la lengua... pero bueno, yo voy a lastimarte más que eso- dijo, ahora con una expresión seria.
Ivan entró por la puerta y mi cuerpo volvió a funcionar.
-Ivan, ayúdame, no entiendo que pasa- dije con un hilo de voz.
La cara de Ivan cambió, ahora parecía tener casi la misma expresión que Rachel... fría, cruel y maliciosa.
-¿En verdad creíste que el cuento de que siempre te amé era verdad? Eres una idiota- dijo tomando a Rachel por la cintura fuertemente (Como solía hacerlo conmigo), sin quitarme la mirada de encima.
Rachel sonrió y lo besó apasionadamente sin quitarme los ojos de encima.
Mi capacidad de pensar estaba en 0% en ese momento, no podía creer lo que estaba escuchando, lo que estaba mirando.
-Te lo dije y te lo repito ahora, siempre vas a ser mi cerda hasta que dejar de ser así de inmunda o simplemente te mueras. Y hoy, por fin dejarás de ser mi cerda, porque hoy te vas a morir, pequeña golfa- dijo Rachel, soltando una sonora y tétrica carcajada al final de su discurso.
Mis piernas perdieron fuerza completamente, y caí vulnerable al suelo, mientras una amarga lágrima de terror y desesperación recorría mi mejilla izquierda.
Soy una completa idiota.