Capítulo 43

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Temperance

A pesar de que Lana se había ido y según yo sé no podían encontrarla, seguía siendo difícil que Jackson y yo volviéramos a estar juntos.

Después de que Lana se fue se hizo un gran conflicto entre los Muller y la familia de Jack, ya que lo culpaban de la huida de Lana. Los lazos entre ellos desaparecieron por completo, por lo que la empresa de la familia de Jack entró en crisis. 

Por lo tanto, Jack andaba de aquí a allá, buscando socios, nuevas alternativas o maneras de crecer. Viajaba bastante, y yo me quedaba en la oficina haciéndome cargo de todo lo que el no podía cubrir, después de todo, sigo siendo su secretaria.

Y allí estaba, en mi pequeño escritorio, con mis gafas en la punta de la nariz y pilas eternas de hojas de papel. 

Resoplé para acomodar un mechón rebelde de cabello que estorbaba en mi frente y la puerta de la oficina se abrió de golpe.

Miré en dirección a esta y me encontré con una mujer vestida bastante elegante, y la expresión más serena del mundo plasmada en el rostro.

Era la madre de Jack.

-Buenos días, ¿Quién es usted?- preguntó.

Me puse de pie enseguida y ella me recorrió de pies a cabeza con la mirada.

- T...Temperance White, digo, Temperance Marfallán, soy la secretaria de el Señor Stone- respondí nerviosa.

- ¿Temperance... White?- dijo, casi tan seria que parecía que alguien le hubiera dicho que una persona murió.

Me quedé quieta.

La madre de Jack se acercó a pasos largos hacia mi, pasos tan firmes que el choque de sus tacones contra el piso retumbaba por toda la habitación.

Y me abofeteó.

Puse mi mano derecha sobre mi mejilla ardiente y la miré confundida.

- ¿¡Cómo te atreves a estar aquí después de todo lo que le hiciste a mi hijo?!- me gritó con rabia.

- Y-yo...- tartamudeé.

- ¡Cierra la boca! Maldita cínica sin vergüenza, quiero que salgas de esta oficina en este preciso instante y no vuelvas nunca o yo misma me encargo de que no vuelvas a trabajar en ningún otro lado en tu vida, ¿Escuchaste?- dijo con desprecio, mirándome con tanta ira que sentía que me hacía más pequeña.

- Yo puedo explicarle lo que pasó, señora Stone...yo, lo lamento muchísimo, nunca fue mi intención lastimar a nadie- musité.

- Y yo no tengo intenciones de escuchar tus disculpas, ¿Sabes la depresión en la que se sumió mi hijo después de que lo dejaste? ¿Sabes que intentó quitarse la vida? ¡Casi pierdo a mi hijo por tu culpa! Te das el lujo de estar aquí como si nada, pero eso no te lo voy a permitir, lárgate- respondió.

Tomé mis cosas mientras lágrimas corrían por mis mejillas y salí de la oficina.

Jamás en mi vida me había sentido tan humillada, no después de que mis padres me sacaron casi a patadas de casa...

*   *   *

Abrí la cerradura de mi casa y entré a esta, inmediatamente Juno corrió a abrazarme, justo como lo hacía siempre. 

-¡Mami!-chilló.

Sonreí y le besé la coronilla, vaya día de mierda había tenido, lo único que podía calmarme era ella.

-Hija, que bueno que llegas, hay unas personas que quieren verte, anda, ve a la sala- dijo la señora Marfallán.

Levanté una ceja y obedecí su orden. 

Mi mandíbula cayó al suelo en cuanto vi de quienes se trataba.

-Hola, Temperance- dijo mi madre con una media sonrisa, sentada a un lado de mi padre con una media sonrisa.

No podía hablar, no podía decir nada.

Tenía enfrente a las personas que me despreciaron por tener un ser humano dentro cuando tenía dieciocho.

Las personas que menos debieron hacerlo...

Cambié mi expresión por una... indescriptible.

En verdad no sabía que sentir, no sabía si abrazarlos y decirles lo mucho que los extrañé, o sacarlos inmediatamente de esa sala por todo el rencor que me hicieron acumular.

Miré hacia el suelo, ya que viéndoles las caras sabía que no iba a poder salir una sola palabra de mi.

- ¿Qué hacen aquí?- pregunté con mi voz quebrándose.

-Hija- dijo mi madre levantándose.

-No me digas así, dejé de ser tu hija cuando me dejaste sola y a mi propia suerte, tú misma me quitaste ese privilegio...- interrumpí, sin dejar de mirar el suelo.

Alcancé a ver que la señora Marfallán se llevaba a Juno al piso de arriba, y le agradecí internamente.

-Y no sabes lo mucho que lo siento, Temperance, pero tienes que comprenderme, yo... estaba muy decepcionada, y tu padre también, actuamos sin pensar. Queremos volver a estar contigo, con nuestra nieta, ser parte de tu vida otra vez- respondió mi madre, tocando mi hombro.

Me zafé de su agarre y levanté el rostro, mirándola fijamente.

-¿Y quién dijo que yo quiero volverlos a tener en mi vida? ¿Acaso crees que no sufrí? ¿Acaso sabes acerca de todas las veces que lloré en silencio por lo mucho que los extrañaba? ¿¡Lo sabe alguno de ustedes dos?!- grité con más rabia de la que creía tener.

- Hija, nosotros...- dijo mi padre levantándose también.

- ¡Tú tampoco me llames así que no soy tu hija!- cerré los ojos y suspiré- Y les pido que se vayan en este momento, por favor. Los perdonaré algún día, pero hoy... simplemente no puedo- pedí, estando a dos segundos de llorar.

Mis padres hicieron caso a mi petición y pude escuchar como se cerraba la puerta principal.

A veces, las personas que más deberían velar por ti y tu felicidad, son las que menos lo hacen.

Me desvanecí en el suelo y comencé a llorar, aunque estuviera cansada de hacerlo, aunque fuera ya la segunda vez que lo hacía en el día.




Oh My Blind.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora