Jackson.
Eran las dos de la mañana, y Lana estaba completamente dormida.
La miré por unos cuantos segundos sin pensar en absolutamente nada, sus ojos estaban cerrados, y sus labios algo entreabiertos.
Me levanté silenciosamente saliendo al balcón de la habitación y miré con detenimiento cada edificio de la ciudad que desde aquí se veía diminuto.
Respiré hondo el aire frío de la madrugada para después dejarlo salir en un suspiro.
Es ella...
Sin duda alguna era ella, era la misma voz... era la misma risa.
Había estado observándola sigilosamente las últimas semanas, cómo se manejaba, cómo caminaba, la manera en que siempre evitaba hacer contacto visual conmigo...
Era aún más hermosa de lo que alguna vez la imaginé.
Piel dorada, rizos suaves y castaños, ojos cafés en forma de almendras acompañados con largas pestañas (Los cuales hasta cierto punto me confundían, porque según yo recuerdo eran verdes), la hermosa silueta de su cuerpo... se veía tan frágil, pero de alguna manera también transmitía fuerza.
No podía apartar mi mirada de ella ni un solo segundo.
¿Cómo es que podía tener tanta suerte? Después de años de buscarla, se aparece frente a mi, en mi propia oficina.
¿Pero por qué ahora y no antes?
Me parece una mala broma de el destino que ahora que estoy casado ella vuelva a mi. Y lo sé, es fácil pensar en la rápida solución de divorciarme y volver corriendo hacia Temperance, pero lo difícil era hacerlo.
Lana no me dejaría ir así de fácil, y temo que si me divorcio, las alianzas entre mi familia y la suya se disuelvan completamente.
Un roce frío en mis brazos me devolvió a mi realidad.
-¿Qué haces despierto tan tarde, Jack?-preguntó aquella voz conocida.
Me giré a su dirección quedando frente a ella.
-Nada, linda, pensando en algunas cosas...- respondí mirándola a los ojos, y retirando ciertos mechones que cubrían su rostro.Quería a Lana demasiado, ella era tan amable, siempre tan radiante y positiva, tan cariñosa, y cabe admitir que su belleza era despampanante...
Quería a Lana...
Pero amaba a Temperance.
Más que a nadie, más que a nada, era capaz de renunciar a todo por ella, por que seguía siendo esclavo de sus besos, de sus manos, de aquellas caricias que ahora viven sólo en mi memoria, pero que mataría por volver a tener.
-Volvamos a dormir, ¿Si?-dije besando su mejilla, caminando de vuelta a la habitación para envolverme en las sábanas.
Tenía que encontrar la manera de estar con Temperance, cueste lo que cueste...