Capítulo 52

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Eran las 3:00 de la mañana y Jay seguía encerrada en su habitación.

Desde que Ángela le dijo todo aquello que desconocía sobre la situación, se encaminó con la postura encorvada y las manos apretando sus hombros con fuerza, temblando con los ojos llenos de lágrimas al dormitorio que compartía con su marido. Apenas había entrado, se dejó caer en el suelo a deshacerse en un mar de culpa, arrepentimiento y pánico.

Estaba aterrada. Su instinto maternal la tenía sacudiéndose entre sollozos y gritos ahogados al no saber el paradero de dos de sus hijos. Cada lágrima que se desbordaba de sus ojos llevaba consigo un gran dolor. Le dolía el pecho terriblemente y sentía que se quedaba sin aire entre ratos. La oscuridad se había apoderado de la luz artificial de la bombilla, volviéndola opaca y sin vida ante su miseria.

No supo en que momento, pero se había arrastrado hacia la cama y se había dejado caer con la cabeza hundida en la almohada. Y gritó. Gritó con el dolor y desgarramiento que solo una madre puede tener al imaginar lo peor sobre lo que estaba ocurriendo; y lo más realista.

En un momento, se quedó solo mirando la pared. No repasó su textura ni se fijó en su color crema, solo tenía la vista perdida en ella. Y se sentía ligera, suave, pero también presionada y abatida. Millones de preguntas se agolpaban en su mente y aprovechaban su estado en blanco para acumularse y hacerla sentirse más angustiada.

Entonces comenzó a pensar en las respuestas. En las más realistas. Se recordó que ya habían pasado más de 6 horas, y nadie había llamado al teléfono suyo o de la casa. Y se sentía tan mal por ello.

Sin embargo, la esperanza llegó a su mente, como siempre debía de presentarse. Llegó llena de luz y posibilidades, llena de milagros que prometían lo único que le importaba en ese momento: la vida de sus niños.

La repentina sensación la hizo levantarse de un salto de la cama sintiéndose estúpida por el tiempo perdido que pasó echada, sin hacer nada por tratar de cooperar con lo que estaba sucediendo. Salió corriendo de la habitación hacia el teléfono y llamó primero a su esposo, explicándole toda la situación. Después, a la policía.

Mientras terminaba de explicarle por teléfono a los oficiales, pensó en una persona más: Gemma.

Al principio había tomado la decisión de no llamarla, de no hacerla entrar en pánico, pero se dijo que tenía derecho de saberlo por muy malo o preocupante que fuera. Después de todo, era la hermana de Harry. La única que había quedado de su verdadera familia. Tenía derecho de saberlo. Merecía saberlo.

Descolgó el teléfono una vez más y espero con ansias que respondiera. Su dedo enrollaba con desesperación el cable y se sintió estúpida cuando escuchó el buzón. Claro que iba a ir a buzón. Eran las 3:25 de la mañana, era obvio que la pobre chica debía de estar durmiendo y más con una vida universitaria de por medio. Suspiró dejando el teléfono en su lugar.

Estaba dispuesta a esperar a la policía cuando el teléfono la hizo saltar. Se volvió y contestó con avidez. Era Gemma. Y si, efectivamente estaba durmiendo; sonaba somnolienta. Al escucharla con tal ánimo, Jay se sintió mal por haberla despertado, pero necesitaba decírselo de una vez. En cuanto terminó de relatar la situación que estaba pasando, escuchó un revoloteo de tela y resortes de colchón. Al final, un cierre jalado con rapidez.

"Tomaré un vuelo a Nueva York en este mismo momento" fue lo último que escuchó de la rubia antes de que cortara la llamada.

Apenas le colgó, recordó que los policías llegarían en cualquier momento. Y ella estaba hecha un desastre. Y no tenía nada preparado.

Con rapidez, se dirigió nuevamente a su habitación a limpiarse la máscara corrida y el resto del maquillaje. Se sacó la ropa formal por una más cómoda. Después, tomo una pequeña maleta del armario y subió corriendo las escaleras hacia el cuarto de Louis. Una vez allí, comenzó a guardar algunas prendas.

Secreto Styles #LarryStylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora