Capítulo 11

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«Sin preocupaciones»
     Me repetía mentalmente, si no me alteraba por tonterías todo saldría bien.
     —Creo que es la persona que más quiero en el mundo —dijo Alonso con una sonrisa, mi respiración era agitada sin embargo contaba con mucha energía en mi cuerpo.
     —Desearía tener un hermano —Murmuré, caminábamos por las calles de San Diego, el club se había vuelto un lugar horrible después de que unos tipos se pelearan. Miré por dónde pisaba cuando noté una mancha roja en mi zapato.
     —Sí, a veces no los quieres ni en pintura pero otra veces, no sabes qué harías sin ellos —me senté en la banca de la parada del bus quitándome los zapatos mientras preguntaba:
     —¿Qué ha sido lo peor que tu hermano te ha hecho? —sentí como mis pies se relajaban, esos zapatos tenían un tacón de por lo menos diez centímetros.
     —Diego —pronunció sentándose junto a mí— una vez publicó en youtube unos vídeos míos cantando, fue vergonzoso.
     —¿Cantas? —dejé los zapatos a lado de la banca.
     —Algo —metió sus manos a los bolsillos de la sudadera.
     —Entonces no entiendo porqué fue vergonzoso —lo miré pero me arrepentí.
«Jodidamente guapo»
     —Porque estaba frente al espejo con los perfumes de mamá como público y el cepillo como micrófono —solté una carcajada, Alonso lograba sacarmelas fácil, hacía mucho que no reía así.
     —¿Y lo mejor? —miré las calles solitarias frente a nosotros.
     —Diego, tal vez me regaló la patineta, un gran pasatiempo y Braulio, —sonrió y me miró.— Vamos —se puso de pie.
     —¿A dónde? —me coloqué torpemente los zapatos, él ladeó la boca.
     —A la punta del Titanic —volvió a sonreír. No me molesté en preguntar y lo seguí— ¿No tienes frío? —negué con la cabeza pero como no me miro dije:
     —No en realidad —caminamos de vuelta al club por lo que fruncí el ceño, pero lo pasamos de largo hasta adentrarnos en el callejón al final de la calle— ¿Qué...? —tomó mi mano para guiarme en la oscuridad, su mano era grande con dedos delgados.
     —Cuidado, no vayas a tropezar —caminaba delante de mí, y como si esas palabras fueran mágicas el tacón me dobló el pie. Me impulse hacia adelante chocando mi cara contra el muslo de Alonso, él trato de ayudarme jalando de mi mano pero caí.
     —Agh —me queje levantándome, sacudí mis piernas y el vestido.
     —Una caída más y llegarás al hospital —pronunció con diversión, no pude mirar su sonrisa y lo odié, porque su sonrisa era hermosa— Vamos, con ciudado —me guió a dar pasos y cuando sentí que estaba detrás de mí llevó sus manos a mi pequeña cadera. Mi respiración se aceleró. Colocó sus pies detrás de los míos y me guió.
     —Creo que, si me caigo de nuevo tú lo amortiguarías —bromeé tratando de relajar mi cuerpo.
     —Mhm, soy un buen colchón, seguro —bromeó a lo que sonreí— Aquí —un tubo me golpeó la frente y el sonido del impacto resonó en el callejón— ¡Diablos!¿te dolió?¿estás bien? —bramó preocupado pero no se me escapó la risa que ahogó.
     —Sí, sí, sí —respondí para tragarme la bilis, no podía creer lo torpe que soy.
     —Lo siento, lo olvidé —seguí escuchando intentos fallidos de callar la risa.
     —Puedes reír, está bien —lo oí soltar un suspiro. Me tomó la mano y la guió a tomar un tubo sobre mi cabeza.
     —Voy a levantarte, ¿bien? Falta un pedazo de escalera así que sujetate bien —asentí y me dije que debía subir rápido, ¡traía vestido!— Va, uno, dos —me empujó de la cintura hacia arriba y dejé mi pie sobre la escalera, tomé impulso y subí. El tacón de tiburón se atoró tres veces, y yo gruñía por ello.

Own the NightCD9 (Canción en multimedia)

Estrellas Rotas || Alonso VillalpandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora