Capítulo 48

108 12 0
                                    

Aún no reproduzca el audio.

«Estábamos en la cima del mundo y ahora estamos cayendo»
    
Cada mañana, salíamos de la cama y compartíamos el desayuno, él empezaba a hablar sobre cualquier cosa pero yo pasaba por alto sus comentarios. Luego me iba al trabajo, cumplía mi jornada y volvía a casa. Aquella castaña colmó mi límite.

Debido a que volví a la taquilla había más tiempo para estar en casa, ¿en qué estaba pensando al dejar de ser gerente? Ah, sí. En arreglarme con Alonso, en tener tiempo para nosotros. Que boba.
    
Cada noche, íbamos a la cama y no podía verlo a la cara, sentía una enorme incomodidad. Y cuando salíamos a fiestas, me perdía bailando sola. Y él sólo estaba sentado platicando con Alan, a veces con Jos. Aunque no me dejaba beber demasiado.

Reproduce el audio.

Dos semanas pasaron cuando todo se fue al carajo.
    
Entré a casa después de reportarme enferma en el trabajo, claramente no estaba enferma. Y después de ver a Molly.

Alonso me vio y se puso de pie. Sonrió.
    
—¿Qué...? —no terminó de hablar cuando mi palma impactó contra su mejilla. Me miró frunciendo las cejas. Lo único que pude hacer fue morder mis labios con fuerza para evitar llorar—. ¡¿Qué te pasa?! —exclamó— ¿No me hablas durante semanas y ahora sólo vienes a golpearme? —mis ojos se llenaron de lágrimas. Se pasó las manos por el pelo, tranquilizándose—. Ven aquí, hablemos —se sentó.

Esperó a que yo me sentara pero en cambio negué con la cabeza, di vueltas cerca de la salida. Con las manos en la cadera, luego acariciando mis brazos y luego a mi cabello.
    
—Yo... —no podía pensar con claridad, sólo podía sentir el dolor desgarrándome el pecho.
    
—¿Qué? —me le quedé viendo con las manos detrás de la cadera. Solté un suspiro.
    
—Realmente creo que debes irte ahora.
    
—¿Qué? —se puso de pie.
    
—¡No te acerques! —grité.
    
—¡Maldición, Hayden! ¡¿Qué diablos te pasa?! —explotó—. ¡Nuestra relación se va en picada porque no hablamos! —extendió sus manos y las movió hacia sí— ¡háblame!
    
—¡No quieras hacerme responsable!¡Esto no es mi culpa!
    
—¡Tampoco mía! —agitó los brazos—. ¡Literalmente he intentado todo lo posible por acercarme y rescatar lo que tenemos!¡Y tú solo me alejas!¡Huyes al trabajo!
    
—¡Trabajo para sustentarme!¡Y a ti! —ataqué.
    
—¡Eso no es justo!
    
—¿Qué no es justo? —pregunté incrédula—. ¡Tú me engañaste! —el dolor surcó sus facciones y eso me enfureció—. ¡Por eso te alejé! —las lágrimas se acumularon en mis ojos. Él agachó la cabeza.
     
—Pensé que lo habíamos resuelto. —soltó con aire cansado.
    
—No. Yo, escuché a mi corazón... —las lágrimas me resbalaron por las mejillas— me dijo que te amaba —lloré, su expresión fue de tortura— y por eso no me rendí. Pero... ¿Cómo puedo confiar en un mentiroso? —él titubeó.
    
—No mentí, yo, sólo no te lo dij... —lo interrumpí.
    
—Me mentiste, Alonso —sacudió la cabeza.
   
—Entré en pánico, no supe qué hacer... Hayden, te quiero, y lo siento... Me equivoqué pero, pero...
    
—Está embarazada —dije con frialdad. La sorpresa no formó parte de su expresión, si no el pánico. Solté una risa carente de gracia—. Lo sabías —lamió sus labios y abrió la boca para hablar pero no dijo nada. Sacudí la cabeza—. Ni siquiera te reconozco —dije con repulsión.
    
—Tenía miedo de perderte.

Él sabía que la castaña estaba embarazada y volvió a mentirme.
    
—Me traicionaste —parpadee varias veces, las lágrimas escapando.
    
—Sólo, sólo escucha... —se acercó a mí.
    
—¡No necesito oír nada! —negué bajando la cabeza, sequé mis mejillas.
    
—Hayden, por favor, necesito que me escuches... —colocó sus manos sobre mis hombros. Con mis manos alejé de un empujón su tacto lejos de mí.
    
—¡Nada de lo que digas cambiará lo que hiciste!¡Tus disculpas no borran el daño que has hecho! —proclamé. Se pasó las manos por el pelo—. Fuera de aquí —murmuré acabada. Dolía. Dolía mucho.
    
—No, no, no, no, no, no... por favor, podemos arreglarlo.
    
—Esto es algo que, no puedo, yo, ¡hay un bebé! Será un persistente recordatorio de tu traición— lloré, y entonces él también lloró.
    
—Lo siento. Lo siento, realmente lo siento, lo siento mucho —mirar sus lágrimas me causó más dolor, diablos. El maldito sólo me engañó, me mintió, pero aún así, aún así me importa.
    
—¿Sientes que pasara o que me enterara? —las lágrimas salían de nuestros ojos silenciosamente.
    
—Lo siento por todo esto, siento haberte traicionado. No quise herirte.  —Negó.
    
—Eso no importa —lo miré sacudiendo la cabeza—. Porque al final sólo duele exactamente lo mismo.

Let it all goBirdy, Rhodes (Canción en multimedia)

Hola, eso estuvo intenso, ¿uh? Nos acercamos al final. Gracias por leer , bye.

Estrellas Rotas || Alonso VillalpandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora