Capítulo 46

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«Nada puede volver a ser lo que era»
     
Era ese el último pensamiento  que recordaba cada noche desde lo que pasó un mes atrás. Si bien decidí intentar mantener nuestra relación no se siente igual, antes había confianza y ahora no. Por lo menos de mi parte.

Antes, a pesar de la rutina diaria, había pasión y misterio, hablar con Alonso siempre me hizo bien pero, ahora se siente incómodo.
    
Solté un suspiro, el castaño que tenía mi corazón colgando de un hilo dormía cálidamente, junto a mí. Había memorizado cada línea, cada facción, cada lunar de su rostro. Era el mismo, y aún así creía imposible el hecho de que me engañara. Pero así es, piensas que la persona que quieres sería incapaz de lastimarte y luego, ¡boom! Como salido de la nada, la realidad te golpea con brutalidad.
    
Ocho y media, me dirigí a la puerta principal cuando Alonso me alcanzó.
    
—Olvidas tu celular —dijo tendiéndolo hacia mí. Acerqué mi mano para agarrarlo, pero Alonso no lo soltó.

Mis ojos se cruzaron con los suyos, entonces apreté los labios en un intento de sonrisa, dejó mi teléfono.
    
—Te veo en la cena —dije. Al ir hacia la banqueta me di cuenta de que había olvidado mi gafete. Abrí la puerta principal y me estiré hacia el perchero detrás de la puerta, tomé mi gafete mientras daba un rápida mirada al interior.
    
Alonso estaba en el sofá, con los codos recargados sobre sus piernas y el rostro entre las manos. Hablábamos poco, nos mirábamos poco, y no nos habíamos vuelto a besar. A pesar de hablar y quedar en intentarlo, parecía que estábamos en un tipo de intermedio, estabámos juntos pero, no estabámos juntos.

«Si seguimos así todo se irá al drenaje”
    
Me adentré a la casa y me acerqué a él, tomé con mi mano su muñeca y aparté sus manos del rostro. Él frunció el ceño mirándome, confundido.
    
—Puede que tal vez te vea en el almuerzo, ¿sí? Pasa por mí —le dediqué una sonrisa cerrada y besé sus labios cortamente para luego dar vuelta hacia la salida, tropecé de sentón.
    
—¿Estás bien? —escuché que calló una risa.
    
—Ajá. —salí casi corriendo.

*
    
—Escuché todo, ¡debemos festejar! —dijo Ana apareciendo frente a mí, por el rabillo del ojo logré ver que mi jefe se alejaba.
    
—¿Festejar? Pero si es lunes —repuse.
    
—¿Y? Entrarás tarde mañana, por lo que escuché.
    
—Que pierda éste empleo de buena paga no es motivo de celebración.
    
—No lo perdiste, sólo vuelves a tu antiguo puesto en la taquilla —argumentó. Volé los ojos—. Y hablando de, ¿por qué quieres la taquilla?
    
—Estoy cansada —dije caminando fuera de la oficina para bajar las escaleras e ir a la entrada del cinema.
    
—¿Cansada del trabajo o cansada ahora? —preguntó siguiéndome.
    
—Ambas —las personas hacían fila, compraban entradas, palomitas, pasaban tiempo en la zona arcade o en la cafetería. Todo marchaba bien.
    
—Sólo tómate un Break, ¿sí? —insistió Ana, me dirigí a la sala de empleados.
    
—Mhm mhm —negué, atravesé la puerta de la sala y Ana igual, di vuelta hacia ella y con una mano sobre el estómago la devolví fuera de la habitación—. ¿Sabes leer? —señalé con el pulgar el letrero que colgaba en la puerta. SÓLO EMPLEADOS, decía.
    
—Déjame decir que —pasó por alto mi comentario—. Éste fin de semana que pasó fuiste reemplazada —alcé las cejas, indignada—. Ésta chica, Molly, fue una compañera de bebida y baile increíble —alardeó. Alcé las cejas.
    
—¿Intentas ponerme celosa? —pregunté incrédula.
    
—Nooooo —frunció las cejas de manera cómica—. Pero bueno, si no quieres salir —se encogió de hombros—. Llamaré a Molly y la pasaré en grande, adiosito —dio vuelta y comenzó a alejarse.

Salió del cinema y yo me adentré a la sala de empleados. Minutos más tarde la puerta se abrió

—¡Vamos, Hayden!

*
    
—Hola —le sonreí a Alonso con los labios sellados. Él me sonrió y besó mi mejilla.
    
—¿Cómo marcha tu día? —preguntó mientras caminábamos por la plaza.
    
—Hasta ahora bien, ¿y el tuyo?
    
—Bien —hubo unos minutos silenciosos—. Estuve mirando un programa sobre los nervios del cuerpo y me entretuve mirando dónde estaban los de mis rodillas, fue divertido porque mi pie saltaba por instinto, así —tomó asiento en una banca y con su celular golpeó en el centro de su rodilla, la pierna se quedó quieta—. Ou, hace ratito saltó —no pude evitar reír por la decepción infantil de su voz.
    
Entramos a la plaza de los antojos y nos dirigimos a un restaurante de comida mexicana.
    
—¡Alonso! —ambos miramos a la chica que salía de una cafetería, delgada, castaña, ojo oscuro. Miré a Alonso, él apretó los labios.
    
—¿Quién es ella? —murmuré. Alonso la tomó de la mano y se alejó con ella, los miré cuchichear cerca del otro. Su rostro se me hacía conocido, pero no sabía de dónde. Una ola de celos me invadió pero no quise seguir viendo por lo que salí de la plaza.
    
—¡Hayden! —lo escuché gritar, no me detuve y me dirigí al cinema—¡Hayden! —esperé a que estuviera junto a mí para decir:
    
—Déjame en paz, debo trabajar
—y volví a caminar.

Over AgainOne Direction (Canción en multimedia)

Estrellas Rotas || Alonso VillalpandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora