Capítulo 51

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«Dicen que cuanto más alto estés más dura es la caída»

El cielo nocturno me permitía ver la media luna y las estrellas. El silencio era nulo, cualquier sonido de música o personas se escuchaba lejano.

—Felicidades —dijo Alonso sentado a mi lado. Asentí—. ¿Por qué a Nueva York? —me encogí de hombros

—Quiero empezar de nuevo... Decidí elegir quién voy a ser y, dejar de ser una matada que de pronto se llena de euforia y se larga a las Vegas a casarse con un chico que apenas conoce —la tensión en el aire se hizo presente.

—Sé que nada va a cambiar pero quiero que sepas que lo siento mucho, que estoy muy arrepentido... Hice las cosas mal —sentí un nudo formándose en mi garganta, no dije nada, y él tampoco. Minutos después me atreví a decir:

—No volviste —mi susurro fue tembloroso.

—Me dijiste que no volviera —me atreví a girar el rostro hacia él, sacudí mi cabeza mientras decía.

—Quería decir que no volvieras aquella noche, estaba, yo, no podía verte —bajé la mirada—. No me refería a que no volvieras nunca... Al día siguiente cuando, cuando llegué a casa tus cosas no estaban —mordí mis labios, iba a llorar.

—¿Y cómo iba a saberlo? —su voz fue ronca—. Estabas enojada y decepcionada de mí.

—Porque me tenías engañada —volví a mirar el cielo—. Me mentiste —lloré —. Y yo te quería... Nos teníamos el uno al otro y después tú sólo, tú me rompiste, rompiste mi corazón... —limpié mis mejillas y me puse de pie.

—Lo siento —lo escuché detrás de mí.

—Lo sé —giré a verlo, tenía los ojos llorosos—. Y, y, y, te odio. Porque en el fondo sigo deseando que no te rindas, y porque te quiero —su labio tembló—. Pero ya es tarde para disculpas, no puedo salvarnos... Y tú tampoco. Y, ya es hora de decir adiós —Él mordió su labio en un puchero.

—¿Recuerdas aquella vez que nos quedamos aquí en la madrugada, cuando nos preguntamos cosas, como la vida y el amor? —una lágrima rodó por mi mejilla y respinge asintiendo—. Te dije que al amanecer te diría el resto, ¿lo recuerdas? —asentí cerrando los ojos, otras dos lágrimas cayeron—. Vuelve aquí, junto a mi lado y quédate hasta que salga el sol —arrugue las cejas, en desacuerdo—. Sólo resiste hasta entonces y, después te diré adiós —la voz se le quebró—. Hayden, por lo menos hay que terminar bien —insistió. Negué con la cabeza—. No nos veo acabando así. Así que vamos a hacerlo bien.

Un debate estaba en mi interior, me quería ir pero también me quería quedar.

Bajé las escaleras y caminé de regreso al club, al otro lado de la calle caminaba una pareja... Parecían felices.

«Diablos»

—Una hora, es todo —dije sentándome a lado de Alonso para admirar la noche estrellada.

Pasó la hora pero no me levanté, se sentía bien estar en silencio con una bella vista. La siguiente hora lo sentí mirarme, el cielo empezaba a aclararse.

—La primera vez que te vi fue en el cine, estabas limpiando el mostrador... —empezó a decir.

—No, por favor... —supliqué no quería oír pero siguió hablando.

—Pensé, que linda e inocente se mira—. Sentí sus ojos en mí pero no lo miré— y luego Braulio te golpeó con el platillo —soltó una pequeña risa — pensé, es obra del destino. Te hablé y me di cuenta de que eras algo torpe —fruncí las cejas—. Lo confirmé, tropezabas todo el tiempo el tiempo —apreté los labios—. Pero nunca pensé que fueras extraordinaria, me llevaste a la felicidad. Gracias, Hayden.

—No quiero escucharte —murmuré doblando mis piernas para abrazarlas. Pero siguió hablando.

—Y llegamos al punto de perderlo todo... La vida no me alcanza para que sepas lo arrepentido que estoy, hice todo mal.

—Alonso —advertí.

—Pero soy humano, ¿sabes? Cometo errores, rompo cosas, tomo malas decisiones, me equivoco, meto la pata...—volteé a verlo, estaba llorando—. He sido terriblemente humano y, —sacudió la cabeza— y tú has estado terriblemente enojada. Y está bien, está bien, somos humanos —asintió, lágrimas en sus mejillas provocando lo mismo en las mías.

—Me destrozaste, Alonso. Tú, tú tomaste mi alma rota y me hiciste sentir que pertenecía a un lugar, a ti —lloré—. Gracias por atraparme cada vez que caía pero está vez, está vez tú me empujaste... No puedes volver a atraparme —un silencio se instaló, las estrellas empezaron a desaparecer.

—Déjame sostenerte, deja que te abrace —pidió.

—No. No puedo... —respingue, el tiempo se nos acababa—. Pero, Alonso, quiero que sepas que si está es, está es la última vez que te veré es suficiente, suficiente para mí...—quise dedicarle una sonrisa pero no pude—. Está bien, Alonso. Ya está.

—Gracias por iluminar mis días durante todos estos meses —él sí sonrió— por ser mi estrella —sacudí la cabeza mientras limpiaba mis mejillas.

—Soy una estrella rota —mis ojos cafés se conectaron a sus ojos azules—. Serás un buen padre —sonreí débilmente.

—Hayden —ladeó el rostro.

—Adiós, Alonso —me puse de pie y me dirigí a las escaleras.

—Pienso que cualquier amor que no sea extraordinario y loco es una pérdida de tiempo —fue lo último que escuché de la boca de Alonso Villalpando.

Estrellas Rotas || Alonso VillalpandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora