—¿Así que tienes que pedirle ayuda a Raphael Thompson? —pregunta Ale antes de llevarse el tenedor a la boca—. Suerte con eso.
Ambas estamos en este momento en el comedor escolar y hasta ahora no me he atrevido a hablarle a mi compañero. Si bien, lo he intentado, todas esas veces me he dado media vuelta y, cómo no, mi mejor amiga se ha andado riendo de eso.
Lo que en verdad sucede es que no sé cómo presentarme, qué hacer cuando por primera vez pose sus ojos en mí, no sé nada. Tal vez la idea de mi amiga funcione y sea buena; lo que ella sugiere es que me lo cruce "accidentalmente" para que me haga caer al tropezar, así él no tendría más remedio que ayudarme a ponerme de pie y entonces yo aprovecharía para hacerle mi tentadora propuesta. Créditos por la idea a la "literatura basura", como ella lo llamó. No obstante, sabiendo que se trata de Raphael, es muy probable que frustre mis planes y no estoy dispuesta a hacer el ridículo si no voy a conseguir nada.
Con él nunca se sabe, es muy complicado.
Me llevo las manos a la cabeza y desecho la idea de comer; siento que ya se me fue el hambre. Raphael siempre come en una mesa lejos de la mía, en la que están Stephen y la perfecta y sofisticada Sabrina. Ella es la única chica del grupo, hija de una actriz y de un detective de la policía, y trata a ambos como si fueran sus hermanos menores. Solo en el grupo es así, porque, aunque nunca ha hecho nada en mi contra, su personalidad de creerse una princesa no me simpatiza mucho que digamos.
—Sí, así me sugirieron los profesores —murmuro con pesar. Me recuesto en la mesa con mi barbilla sobre mis brazos—. Pero no sé si hacerlo, es decir, ¿y si me rechaza? No es que vaya a proponerle matrimonio, pero ¿y si me dice que no quiere ayudarme?
Ale reflexiona antes de contestar.
—Se lo dices a los profesores, así ellos ejercen un poco de presión sobre él y termina aceptando.
No está mal la idea.
Raphael Thompson es esa clase de chico al que todos los profesores tildan de responsable, amable, súper obediente y empático. El simple hecho de que no acepte darme una mano con algunas clases puede manchar su buena e impecable reputación ante los profesores.
Una vez que terminamos de comer, salgo en compañía de Ale de vuelta al aula para seguir con las clases restantes. Presto atención a la sesión de francés y me deleito escuchando a la profesora mientras explica partes de la clase hablando fluidamente el idioma. Es hermoso. A diferencia de mí, a Ale no le gusta el curso de idiomas y se encuentra recostada sobre el pupitre con un bolígrafo en manos simulando que escribe, cuando en realidad sus ojos están cerrados.
Típico de mí en matemáticas. Ale es mi aprendiz a largo plazo, me siento muy orgullosa.
Por otro lado, Raphael se encuentra sentado a cinco pupitres delante mí, con rostro de aburrimiento, mientras golpea su mesa con un bolígrafo. A su lado, Stephen está igual o peor que él. ¿Es que a nadie más que a mí le gusta la clase de idiomas? Por favor, es la mejor clase. Mientras la profesora explica el tema, yo me dedico a hacer apuntes en mi cuaderno ya que, muy a mi pesar, a veces se me olvida una que otra palabra y por eso tengo que apuntar todo lo necesario. Vuelvo a echar otro vistazo a la clase por si acaso y en verdad pareciera como si la única que está escuchando lo que dice la señorita soy yo. Ni siquiera Raphael está prestando atención.
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Buscando tu mirada [SB#1]
Teen FictionAprobar los exámenes bimestrales con buenas calificaciones es la única preocupación de Nadia, una risueña adolescente con notas desastrosas. Convencida de que debe hacer algo al respecto, acepta el consejo de sus profesores y busca ayuda de la perso...