38| Entre debates y decisiones

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La primera y única vez (hasta ahora) que fui retado para besar a alguien fue cuando iba a primaria, en un cumpleaños exageradamente ruidoso de esos que significan ver globos de colores volando por todos lados, soplar las velas de un pastel, hostig...

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La primera y única vez (hasta ahora) que fui retado para besar a alguien fue cuando iba a primaria, en un cumpleaños exageradamente ruidoso de esos que significan ver globos de colores volando por todos lados, soplar las velas de un pastel, hostigarse de tanto comer dulces y apreciar una gran montaña de regalos. Exactamente así fue ese día. Era su cumpleaños, estábamos en su casa, en su cuarto y, por si no fuera poco, yo tenía que besarla precisamente a ella. En ese momento no era algo que no quisiera, no voy a negarlo, pero al mismo tiempo me aterraba debido a que era un inexperto de primera. Estábamos en segundo grado y no es que un niño como yo hubiera tenido una fila de novias en su infancia; de hecho, ni siquiera había logrado simpatizar con alguna niña. A excepción de ella, claro.

Estando en su cuarto, después de girar una lata vacía de Coca Cola, esta terminó apuntándome a mí. A mi lado, un niño pecoso que yo no conocía y que al parecer me odiaba, me dio la orden de hacer lo mismo que hace un instante me acaban de pedir que haga. Otro en mi lugar habría aceptado el "reto" con mucho gusto, puesto que esa noche ella lucía como un ángel; en cambio, yo entré en pánico. Me quedé completamente inmóvil sin saber qué hacer o qué decir, tanto que ella misma tuvo que decirme que no estaba obligado a hacerlo, que no me preocupara y que siguiera jugando con ellos.

Salí corriendo.

Claramente, en ese entonces (y tal vez ahora también) no era el Romeo que toda niña esperaba conocer. Era todo lo contrario, y lo supe esa noche. Ralph, que se había acostumbrado a hacer de héroe, se encargó de inventarse una excusa convincente y emitió una emotiva disculpa frente a la cumpleañera en mi nombre. Después de escucharlo, ella le manifestó que no estaba enojada conmigo y a partir de ese día empezó todo entre nosotros. Podría decirse que Ralph contribuyó a que nuestra historia empezara.

Todo por un simple reto que contenía un beso.

Un beso. Un momento, ¿tengo que besar a Hussel?

Vuelvo a la realidad al recordarla.

El tiempo de espera por una respuesta de nuestra parte se prolonga un poco más de lo esperado. Stephen, la nueva, Hussel y mi hermano nos observan a la expectativa de lo que podamos decir. A pesar de que es obvia la respuesta que obtendrán de nosotros; Alessandra Turner, quien se ha convertido en la enemiga del hablador, es la primera en mostrar su desacuerdo frente al castigo que nos acaban de imponer.

—Ni muerta pienso besar al baboso que me hizo caer.

La nueva esboza una sonrisa que, claramente, reprime sus ganas de reírse. Igual los demás.

—Ni yo pienso dejarme besar por una gruñona como tú —replica Stephen tan pronto como ella termina de hablar, haciendo una mueca de disgusto—. De mejores cosas me he perdido.

—Si serás...

Mientras la atención de los demás está centrada en ellos, no puedo evitar observar de reojo a la persona que está a mi izquierda. Nadia Hussel lleva una de sus manos a su boca y se remueve en su lugar, nerviosa por lo que pueda ocurrir. Su vista viaja en círculo desde su amiga, pasando por los demás presentes, hasta detenerse en mí, pero no me sostiene la mirada por mucho. Entiendo por qué; si, a diferencia de su amiga, acepto cumplir con el castigo que me han impuesto, tendría que besarla, dado que es precisamente ella quien está a mi izquierda. Y lo cierto es que nunca he besado a nadie, cosa que ella sí ha hecho. Por un segundo me interesa saber dónde, con quién y por qué, pero reemplazo ese ridículo pensamiento por una posible respuesta hacia el castigo.

Buscando tu mirada [SB#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora