39| A que no te atreves

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Antes de leer este capítulo se recomienda a la audiencia comerse un Snicker (o tal vez dos) y buscar algo blando para morder para no provocar ningún ruido que alerte a sus familiares de que está leyendo esto en vez de estar durmiendo. También se recomienda acompañar la lectura con un café calentito o un té para el frío. (Sí, porque aquí ya está empezando a hacer frío). Sin embargo, si es de esas personas pobres que justifican su pobreza leyendo en Wattpad, no se preocupen por el Snicker xD
Ya. Sin más que decir, les dejo el capítulo para que lo lean sin ningún problema.

Desde pequeña siempre fui bastante peculiar si es que hablamos de mis reacciones ante diversas situaciones

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Desde pequeña siempre fui bastante peculiar si es que hablamos de mis reacciones ante diversas situaciones.

Para empezar, mi sentido del humor me abandonó desde que salí del vientre de mi madre hasta que terminé la escuela primaria. Cuando me integraban a grupos de amigos, todos reían haciendo bromas que según ellos eran demasiado graciosas, menos yo. Y ni siquiera entendía por qué. Sencillamente no sentía deseos de reírme y, ahora que lo pienso, no era demasiado normal. Tampoco se me consideraba lo suficientemente "divertida" ni se me hacía fácil hacer amistades; de hecho, en la mayoría de ocasiones, eran las personas mismas quienes terminaban acercándose a mí, porque si por mí hubiera sido, me habría quedado en un rincón del salón sin preocuparme por mejorar mis relaciones sociales.

Cuando entré a la pubertad esto cambió radicalmente desde que, según yo, sufrí mi primera decepción amorosa, que fue más bien, mi primer rechazo indirecto. No me afectó emocionalmente, pero claro que me hizo preguntarme por qué no había funcionado. El mejor amigo de mi hermano había atraído mi especial atención, pero no se dignaba siquiera a mirarme, por lo que al ver eso decidí darle vuelta a la página y concentrarme en otras cosas.

Continuando con mi extraña forma de ser, empecé a cuestionarme sobre lo que me apetecía hacer. Quería sentir algo por alguien, algo más allá de una amistad; esa fue la principal razón por la que empecé a salir (a escondidas de mi padres y de mi hermano) con diferentes chicos. Ninguno de ellos se ganó mi corazón, ni despertó en mí lo que yo estaba buscando. En esas circunstancias, luego de terminar con un tipo problemático que me hizo un lío por mi manera directa de decirle que no me interesaba, conocí a Ale, quien se convirtió en algo así como mi mentora. Sin darse cuenta, me enseñó mucho, y fue un poco antes de eso que decidí cambiar. No podía seguir usando a los chicos para buscar mi satisfacción; era cuestión de esperar a que alguien apareciera y derribara mis murallas con mucho esfuerzo.

Lo cierto es que ese "alguien" ya apareció en mi vida y se metió en mi cabeza sin el esfuerzo que esperaba. En realidad, podría decirse que no hizo nada en especial para que yo pudiera sentir cosas por él. Como es de esperarse, no lo tenía mentalizado de esa forma, pero ahora solo me queda lidiar con esto.

Y vaya forma de intentar lidiar con lo que se me presenta frente a los ojos en este preciso instante.

Ver la mano de Raph y la de Nadine entrelazadas provoca que de pronto, sin precedentes, me dé dolor de estómago. Esto es algo natural y a la vez poco común en mí. Cuando algo me molesta o incomoda, me da dolor de estómago. Hasta ahora no he logrado explicarme por qué; no es como que quiera ir al baño precisamente a sastifacer una necesidad, pero de repente la idea se me presenta como la excusa perfecta para dejar de martirizarme con la escenita que están montando en mis narices esos dos cerebritos. Me da igual si piensan que me afecta o si se hacen una idea errada de lo que sea que esté pasando por mi cabeza o, peor aún, si reparan en mis celos (que son más que evidentes); lo cierto es que prefiero contar los cuadrados de las paredes del baño de los Thompson, que seguir viendo a Raphael y a Nadine de la mano como unos tórtolos.

Buscando tu mirada [SB#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora