24| Todo tiene su final

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Debido a que me tardé una eternidad (1 mes y 8 días, para ser más precisa) en actualizar esta historia (y me disculpo de antemano), he decidido hacerles un recuento de lo que sucedió en el capítulo anterior, así que espero que lo disfruten.

En el capítulo anterior Nadia y Raph llegaron a High Tower School dispuestos a participar en las Olimpiadas Matemáticas organizadas por esa escuela, pero algo sale mal y Raph es descalificado. Nadia de siente culpable, pero aun así, por circunstancias de la vida termina bañando en limonada a Raph.

"¿Decías algo?"

"¿Decías algo?"

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—Lo siento.

Mi disculpa número dieciséis recibe la misma respuesta de parte de Raph: silencio absoluto. ¿Cómo debería considerar esto? Reaccionar tranquilamente y sin decir ni una sola palabra cuando has sido, prácticamente, bañado en limonada, no entra en la categoría normal de posibles reacciones. Y eso es justamente lo que ha hecho el sabelotodo. No me ha gritado, ni se ha mostrado molesto o algo por el estilo como lo habría hecho cualquier otra persona.

Ahora, algo que me ha venido a la cabeza es que tal vez esto se deba a que se está conteniendo de mandarme a la letra trece del abecedario, de gritarme en plena calle delante de todos, o quizá está maquinando una próxima venganza. Aunque lo último lo dudo; Raph no es así, él no es de los que pagan con la misma moneda. O mejor dicho, hasta el momento no ha tenido motivos para serlo, como ahora los tiene.

Mientras caminamos por las pacíficas calles de Bend, de regreso al hotel, me permito rebobinar mentalmente hasta hace unos minutos atrás en que me atreví a tirarle la limonada frozen tamaño extra grande —en serio era la más grande— al sabelotodo en plena cara. La expresión presente en el rostro de Raph, en el instante en que lo hice, fue indescriptible. Parecía una mezcla entre sorpresa y hostilidad; lo primero, porque nunca se hubiera imaginado que yo podría hacerle algo así; y lo segundo, porque cualquier persona en sus cabales desearía responder de la misma manera después de ser bañado en limonada helada. El cabello del sabelotodo estaba mojado al cien por ciento; sus pestañas igual, sus labios parecían como los de una persona bajo la lluvia y ni hablar de su ropa o, peor aun, de sus preciados audífonos negros, que ahora parecían igual de húmedos que la tersa piel de su rostro. Si alguien, en este instante, me preguntara por qué hice lo que hice, la respuesta es clara: me enojé. Me enojé por su manera de ignorarme, por haberme dejado en ridículo sin ningún remordimiento; aunque esto no justifica mi acción.

Si bien es cierto, desde que empecé mi extraña relación de casi-amistad con Raph, me mostré como una persona enteramente paciente, dispuesta a hacer lo que fuera para caerle bien al sabelotodo chico de mi clase que además era mi compañero de carpeta; sin embargo, esta vez no pude contenerme. Mi Nadia interior salió a flote y no pude evitarlo. Esto no significa que él no se lo haya tenido merecido, pero definitivamente acabo de mandar todo a la basura. Una vez más.

Buscando tu mirada [SB#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora