31| Accidente

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—No puedo creer que me hayas convencido de venir a este lugar

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—No puedo creer que me hayas convencido de venir a este lugar.

Stephen se encoge de hombros ante mi comentario y luego se encarga de abrir la puerta del establecimiento del que tanto habló durante la semana e incluso durante el descanso de los exámenes. Ha estado, como siempre, bastante empeñado en que visite este lugar, así que después de tanta insistencia de su parte decidí hacerle caso.

—La dueña del lugar es amiga de mi madre y quería una opinión sincera sobre la decoración ya que piensa hacer una remodelación —explica apenas ponemos un pie adentro.

Algunas personas, como lo son los estudiantes de nuestra clase, se sorprenden un poco al verme ingresar y comienzan a dirigir sus miradas curiosas hasta donde estamos, motivo por el cual comienzo a considerar la tentadora idea de marcharme de aquí. Aunque no sería nada natural si lo hiciera así sin más, por lo que trato de darle indicios a Stephen de que lo que menos quiero es estar en este lugar.

—¿Y cómo encajo yo aquí?

—Nadie da opiniones tan sinceras como las de la roca con cerebro.

Su voz se apaga lentamente al terminar de hablar, seguro porque sabe bien que aquel particular apodo no ha sido creado por él, sino que proviene del ingenio de cierta persona que se empeña por ver como enemiga.

—Sí que la "gruñona", como la llamas, te dejó mal —comento para molestarlo. Sé perfectamente que este tema no es uno de sus favoritos para hablar, ya que siempre se ha esforzado por dejar bastante claro el porqué de su interés en ella, así que algo como lo que acabo de decir no le cae en gracia. No obstante, me arrepiento al instante de haberlo dicho, debido a que, al igual que yo, él ya tiene a alguien a quien mencionar para tratar de ver si es que logra remover algo en mí. Algo que siempre he evitado.

Ante eso, ignoro sus palabras y trato de enfocar mi atención en lo que vine a hacer, que es dar mi opinión. Honestamente no creo que esta sea tomada de la mejor manera tomando en cuenta lo sincero que siempre he sido y mi manera directa de decir lo que pienso. Para empezar, aquí adentro hay muchas cosas que remodelar empezando por la estructura del techo que no parece la más segura del mundo; el diseño de las mesas también, porque resulta bastante anticuado para la clase de clientela que recibe y la ventanas que dan a la calle deberían... Silencio mis pensamientos y cierro la boca cuando me doy cuenta de la presencia de Hussel en el lugar.

Ella se encuentra en la mesa que está prácticamente frente a nosotros y está mirándome. Es decir, sabe que la estoy observando ahora también. ¿Qué se supone que debo hacer? La opción más factible (y la única que se me ocurre, en realidad) es saludarla con un simple movimiento de cabeza; así que, apelando a la singular "tregua" que hemos pactado entre los dos hace menos de 48 horas, es eso lo que hago. Su sonrisa de felicidad y satisfacción me sorprende; es como si le alegrara lo que acabo de hacer, lo cual no requirió de tanto esfuerzo a decir verdad. Trato de mantenerme como siempre e intento volver a lo mío para restarle importancia al asunto, sin embargo, antes de seguir escaneando el lugar para mencionar cualquier otra falla que merezca revisión, me sorprende de nuevo el hecho de ver frente a ella a un tipo que está de espaldas a mí, quien lleva una de sus manos hasta su cuello logrando hacerla sonreír otra vez.

Buscando tu mirada [SB#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora