La sonrisa que Stephen me dedica cuando acepto escucharlo es tan escalofriante como la de Ale cuando por su mente cruzan cosas realmente malas, tanto que no puedo evitar tragar saliva temiendo por mi vida. En verdad ha logrado intimidarme. ¿Cómo es que terminé aquí? De acuerdo, tampoco es que estemos en un descampado alejado de la ciudad en el que fácilmente podría deshacerse de mí sin dejar algún tipo de rastro, pero en estos momentos desearía poder teletransportarme lejos del mejor amigo de Raph y asegurar así mi feliz existencia en los próximos años.
Sucede que Stephen me ha expresado sus intenciones con lujo de detalles antes de solicitar mi ayuda con cierto asunto. Y, cabe resaltar, dicho "asunto" posee nombre y apellido. Ale, exacto.
—¿Por qué crees que aceptaría ayudarte? —inquiero levantando la vista de lo que estoy escribiendo. Hace unos pocos segundos que él ha terminado de hablar y lo hizo con tanta seguridad, como si diera por hecho que voy a hacer algo por él, que me vi en la obligación de cuestionarle por qué tendría que hacerlo.
—Porque me lo debes. Gracias a ti, pelirroja, estoy metido en este problema —acusa de manera sarcástica. Luego, se calla y observa el cuaderno que tengo en manos—. Un momento, ¿qué estás escribiendo? ¿Acaso transcribes cada cosa que digo?
—Claro que no.
—¿Entonces qué, es un diario? —insiste, tratando de leer lo que he estado escribiendo. De un momento a otro se me ocurre algo para decir y no lo pienso dos veces.
—Si así lo fuera, lo usaría para cosas más interesantes y no para escribir sobre mis experiencias urinarias.
Stephen hace una mueca de disgusto ante mi comentario, seguramente recordando lo de hace unas horas en el comedor. Está claro que no esperaba algo así de mi parte, ya que yo siempre suelo mostrarme cauta ante reacciones como las de él, pero digamos que tenía que decirlo.
—Mira, si tú no me ayudas, le diré a Raph que fuiste cómplice de que tu amiga husmeara en mi casillero —advierte, jugando con el palo de Lacrosse que usó para impedir que me cayera el pelotazo en plena cara—. Recuerda que soy su mejor amigo y lo conozco bastante bien, así que, tratándose de ti, ¿a quién crees que creerá?
Por un lado, tiene razón. Enfrentarme a Stephen en un duelo sobre a quién prefiere Raph solo significa una cosa: derrota. Si trato de competir con él, yo tengo todas, todas las de perder. Es decir, sé que el sabelotodo no me elegiría a mí, ni aunque fuera la última persona en el mundo además de él. Apenas me conoce, al contrario que con Stephen, ya que la amistad que comparten lleva varios años. Este último sabe muy bien su posición y la está usando para su propio provecho.
Tarado chantajista.
Ya van dos con el profesor, simplemente increíble.
—Yo... no, no sé.
—Te daré tiempo para pensarlo, pelirroja —enuncia, volviendo a colocarse su casco para regresar con al entrenamiento con los de su equipo.
De regreso a mi casa, esta vez con mi celular en una mano, me debato entre considerar la posibilidad de ayudar a Stephen o simplemente dejar que haga lo que se le dé la reverenda gana sin ponerme a pensar en las consecuencias. No puedo dejarme chantajear, ¡no señores! Tal vez si voy y lo enfrento con determinación, él sabrá que no estoy para esa clase de amenazas.
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Buscando tu mirada [SB#1]
Teen FictionAprobar los exámenes bimestrales con buenas calificaciones es la única preocupación de Nadia, una risueña adolescente con notas desastrosas. Convencida de que debe hacer algo al respecto, acepta el consejo de sus profesores y busca ayuda de la perso...