62| Sellar el sobre

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En la siguiente clase soy incapaz de concentrarme

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En la siguiente clase soy incapaz de concentrarme.

A cada minuto miro a Sabrina para ver si es que en algún momento le dedica a Raph una mirada compasiva que se relacione con su discurso telefónico anterior o algo por el estilo. Nada. ¿Me estaré confundiendo y se habrá ella referido a otro amigo? Hasta donde sé, sus únicos especiales y mejores amigos son Raph y Stephen. El segundo queda descartado porque no tiene novia ni está saliendo con nadie (por lo que tengo entendido); entonces la única opción es Raph. Un molesto dolor en el pecho hace acto de presencia en mí. ¿Será que él...? ¿Que en realidad yo...? No. Raph me quiere. No quiero dudar. No debo dudar.

La clase que toca ahora es de números, precisamente con el pesado de Smith, que no escatima ni una oportunidad para hacerme saber por enésima vez que me detesta. Claro que el sentimiento es recíproco, solo que él no lo sabe. Para cerrarle la boca resuelvo bien el ejercicio que me da y regreso con aire triunfante hasta mi lugar. Después de eso ya no me provoca. Parece que se ha dado cuenta que en este momento no estoy de humor como para andar jugando quién odia más a quién. Me siento mal, y cuando estoy triste suelo reemplazar ese sentimiento con enojo. Lo malo es que ese enojo siempre me dura poco, muy poco. Lo compruebo cuando veo que Raph sale adelante a resolver otro ejercicio, y solo porque no me mira mientras regresa a su sitio ya siento deseos de llorar.

Esto es ridículo.

Saliendo de clases hablaré con él y aclararé de una vez por todas este asunto, de lo contrario no podré estar tranquila. Y si yo no estoy tranquila no puedo hacer nada bien. Es por eso que ruego internamente para que Smith no me vuelva a llamar a la pizarra, porque si lo hace entonces sí que me quedaría contemplando el problema matemático sin entender ni un símbolo. Mi cerebro ahora está en pausa, no lo puedo evitar. A mi lado, Ale hace apuntes como si nada. Ya está un poco más relajada que en la mañana. Después de su inadvertida discusión con Stephen se ha mostrado más calmada, como si eso (la pelea con el castaño) era lo único que le faltaba a su día para ser como lo demás días de su vida desde que empezó esa enemistad entre ellos.

—¿Qué pasa contigo? —pregunta ella, por medio de susurros, tomándome por sorpresa. Aparentemente, se ha dado cuenta de que algo no anda bien conmigo, pero se supone que ella estaba así al principio del día y no me llegó a decir el motivo.

—Lo mismo me pregunto. ¿Qué sucede con Stephen?

—Nada.

—Pues eso mismo me pasa: nada —respondo cortante, ofendida porque no me quiere contar qué pasa entre ellos cuando claramente pasa algo. Sea bueno o malo. Se supone que soy su mejor amiga, el hecho de que que no me quiera confiar sus cosas me molesta.

Ese comentario mío es más que suficiente como para que Ale no me hable lo que resta de las clases. En la salida, ni siquiera me espera, sino que se va sin mirar atrás ni despedirse. Yo, con un orgullo que no sabía que podía llegar a alcanzar, tampoco me molesto en detenerla. Me giro en dirección hacia Raph, pero en su pupitre ya no está nadie. Ninguno de los de El Triángulo queda en el salón. ¿Tan rápido se esfumaron? Salgo a los pasillos a ver si los encuentro, pero no están. Aquello me desconcierta. Raph siempre me avisa si es que no podrá irse conmigo.

Buscando tu mirada [SB#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora