54| Decir y sentir

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Todo fue un sueño

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Todo fue un sueño.

Eso es lo primero que habría pensado si, después de escuchar a Raph ventilando nuestra relación frente a casi todo el alumnado de Midtown, hubiera despertado en mi habitación en medio de la noche. De hecho, eso era lo que esperaba, tratándose de él. Todo había sido demasiado bueno para mí que no terminaba de creérmelo. ¿Y quién lo habría hecho? Tengo mil y un razones por las cuales pensé de esa manera. Sin embargo, la vida y las circunstancias me han demostrado que esta vez no estoy soñando ni nada, y que es cierto que Raph corresponde a mis sentimientos. Tengo que creer en eso. Me lo ha demostrado, fue en mi búsqueda con el único objeto de sincerarse conmigo; ha dejado de lado el orgullo e incluso ha intentado aclarar el malentendido producido a raíz de esa foto que aseguraba que era yo quien estaba besándolo sin su consentimiento. Sé que no es del todo mentira, es decir, en ningún momento le pedí permiso para hacerlo, pero fue porque no lo consideré necesario; en ese momento Raph ya me había expresado lo que sentía. ¿Qué necesidad había de consultárselo? ¿Y, además, cómo no iba a aprovechar la oportunidad de besarlo?

No pensé en las consecuencias que me traerían mis actos, ni tampoco consideré el hecho de que estábamos dentro de Midtown cuando me acerqué a él, porque cuando se trata de Raphael pierdo el sentido de la orientación. Mis ojos solo estaban fijos en él y mis oídos atentos a lo que decía. Podría decirse que estaba en una especie de trance, completamente obnubilada. No obstante, ahora estoy en mis cinco sentidos, lista para sincerarme y hablar con la verdad ante lo que sé que nos espera a ambos.

El «tic, toc» del gran reloj de madera situado a un lado de la oficina de la dirección nos advierte a Raph y a mí que el director Churchill está por llegar. Con cada sonido sabemos que nuestro fin se acerca; o mejor dicho, sé que se acerca el mío. Yo tengo menos probabilidades de salir bien librada de este lío, dado que mi historial de conducta no es el mejor de todos ni tampoco es algo de lo que sienta orgullosa. A diferencia de mí, el de Raph está impecable. Solo el problema que tuvo con mi hermano hace poco puede suponer algo malo para él, pero incluso ese pequeño detalle se vuelve nada comparado con mis faltas. Sumándole a eso que el dirigente ya nos ha citado a ambos en una situación anterior muy parecida a esta, solo que nuestra relación de ese entonces era muy diferente a la de ahora. En aquellos tiempos, Raph todavía no sentía nada por mí; lo sé porque fue en este mismo lugar en el que declaró tajantemente ante el profesor Smith y ante el mismísimo director que yo no le gustaba en lo absoluto. Fue bastante claro con sus sentimientos respecto a mí en aquel momento, tanto que me dolió escuchar esa frase salir de sus labios, aunque no quise darle mucha importancia. Sin embargo, ahora eso parece haber cambiado. Ahora Raph quiere estar conmigo; le gusto y me gusta. No entiendo cómo es que pueden haber tantas complicaciones cuando ni siquiera se han cumplido veinticuatro horas desde que empezamos a salir.

Pareciera que estoy saliendo con una celebridad de quien sus fans me odian. ¡Pero claro! No estamos hablando de un estudiante ordinario, sino del gran Raphael Thompson, a quien los profesores siempre le revientan cohetes, siempre halagándolo y felicitándolo por lo buen estudiante que es. Y no solo eso, su club de fans, conformado por la mayoría de las estudiantes de la escuela, me tiene la guerra declarada desde el día que lo insulté en el comedor. ¿Son estas las consecuencias de estar con un miembro de El Triángulo sin haber recibido aprobación? Sé que suena absurdo, pero incluso las amigas de Sabrina se toman muy en serio esas reglas; ellas consideran a Raph una persona muy importante (sí, también son sus fans) y, debido a eso, se toman en ocasiones atribuciones que no les corresponden.

Buscando tu mirada [SB#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora