Mientras Raph me explica por enésima vez uno de los teoremas más confusos de matemática se me escapa un bostezo, y eso solo ocasiona que él se enoje conmigo. No debería culparme, estoy totalmente justificada, porque lo que me estaba explicando trataba sobre esos ejercicios del tipo difíciles, que te hacen pensar y preguntarte cómo una persona que vivió hace muchísimos años atrás, en un siglo en que no existía la tecnología ni nada divertido como lo que hay hoy en día, pudo pensar en algo tan complejo que en la actualidad te deja con más interrogantes que respuestas.
Como, según él, estoy en falta, me pide que avance por mi cuenta los primeros cinco ejercicios utilizando el teorema de geometría que me estuvo explicando y que debería haber entendido. Cuando le comento lo de la hoja de Trigonometría que me dio Ale, se niega a enseñarme porque considera que es un nivel un poco avanzado y, como si supiera el intervalo en el que se encuentra mi coeficiente intelectual, pide que empecemos por lo básico.
¡Pero si lo "básico" para él siempre es lo más difícil! A pesar de eso, me sorprendo al ver que me está obligando a hacer ejercicios de primer año, a pesar de que estamos en penúltimo. Insultante. No obstante, para mi mala fortuna, no me está yendo tan bien que digamos a pesar de que, supuestamente, son los más fáciles. Resulta que no me sale el problema número tres. Esto no está saliendo bien, o tal vez no estoy poniendo todo de mí para aprender.
Oh sí, claro, pero Raph tampoco se ha mostrado tan paciente conmigo que digamos; no pensé que cumplir con mi plan sería tan difícil.
Luego de decirle que me encantaba su padre —lo cual sonó un poco extraño, debo admitir— y que él me respondiera tan cortante, no pude decir más porque él empezó a abrir los libros y posteriormente me llamó para que empezáramos con la primera lección.
Desde entonces comenzó a explicarme hasta hace unos minutos en que me ha dejado sola. A mi alrededor, todo permanece en silencio. Es como si estuviese sola en todo el departamento dúplex, ni siquiera se oyen pasos por el piso superior. Nada.
Jugueteo con el lápiz en un intento por concentrarme y dejar de lados los pensamientos superfluos; sin embargo, de un momento a otro se me viene algo a la mente. Si Raph se harta de mí porque no aprendo nada en sus clases, nuestro acuerdo terminará sin más. Si el pacto se rompe, la única perjudicada seré yo. A Raph cualquier persona de la escuela aceptaría gustosamente ayudarlo con el curso de idiomas, en cambio a mí, apenas pude conseguir que me aceptara, y con condición incluida. No puedo permitir que eso pase, tengo que dar todo de mí.
Mientras me doy ánimos mentalmente, cerrando los ojos con mis manos en puños, escucho que alguien entra en la sala.
Me vuelvo solo para comprobar que es mi flamante compañero de clase llegando hasta donde estaba antes de abandonarme.
—Raph...ael —me corrijo yo misma. ¿Acaso voy a hacer esto siempre que se me olvide llamarlo por su nombre completo porque no soy su amiga? Ruedo los ojos y niego la cabeza regañándome a mí misma—. Si no te puedo llamar "Raph", ¿cómo te llamo?
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Buscando tu mirada [SB#1]
Novela JuvenilAprobar los exámenes bimestrales con buenas calificaciones es la única preocupación de Nadia, una risueña adolescente con notas desastrosas. Convencida de que debe hacer algo al respecto, acepta el consejo de sus profesores y busca ayuda de la perso...