26| Trato

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Después de mi impertinente pregunta, Raph se queda completamente en silencio

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Después de mi impertinente pregunta, Raph se queda completamente en silencio. Al igual que yo. Es casi imposible para mí describir cómo me siento en este momento en que parece como si tuviera el corazón apretado dentro de mi pecho, esperando la estocada final; es como si todo lo que vivimos Raph y yo pendiera de un hilo y se redujera a la pregunta que acabo de hacerle. La cual no se esperaba. En su rostro no se aprecia ninguna expresión más que la que siempre lleva a todos lados a toda hora, y todo indica que en cualquier momento va a hacer lo que mejor sabe hacer, algo en lo que podría obtener un doctorado (y esta vez no hablo de matemáticas): decirme algo hiriente.

O no decirme lo que espero. ¿Y qué espero? Siendo honesta, que me diga al menos que me considera su amiga y no una extraña. ¿Es mucho pedir? Viniendo de él, sí. De un momento a otro, me veo envuelta en una molesta ansiedad que me pone cada vez más nerviosa por escuchar lo que va a responder. Si es que se toma la molestia de hacerlo, claro. Porque con lo que disfruta ignorándome...

—No sé cuál es exactamente la respuesta que esperas, Hussel —manifiesta Raph, luego de varios segundos de silencio. Mantengo mi vista sobre la suya tratando de parecer impertérrita—, pero supongo que no acostumbro a regalar mis cosas a mis compañeros.

¿Y qué significa eso?

Me toma varios segundos procesar su respuesta, y cuando por fin entiendo lo que ha querido decirme (o eso creo), la puerta del conductor de la camioneta se abre y el profesor Smith hace su aparición en el momento menos indicado, informándonos que ya se quitó el tronco de árbol que atajaba la autopista y que por consiguiente ya podemos continuar con nuestro camino de regreso a Seattle. Para colmo de males, apenas retoma la marcha, le sube el volumen a su música de antaño, lo que solo ocasiona que el sabelotodo se vuelva mirando a la ventana de su lado y se quede como ausente lo que resta del camino. Sin volver a donde nos quedamos en nuestra conversación.

Pero ¿acaso Raph quiso decir que me considera algo más que una simple compañera? ¿Es posible que mi plan haya dado resultados? Me reprocho a mí misma por no haberlo entendido en el instante en que lo dijo. Aunque de todas maneras, ¿qué le hubiera respondido? ¿"Gracias Raph por tu sinceridad"? De hecho, esa parte del plan no la tenía muy bien establecida; y gracias a eso es que he perdido mi oportunidad de conseguir que Raph se abra un poco más conmigo. Ahora solo me queda resignarme y seguir escuchando la música del profesor Smith mientras espero a que lleguemos a casa.

Así transcurren las horas, muy a mi pesar, hasta que por fin comienzo a ver indicios de que ya estamos llegando a la ciudad en la que nací. Han pasado casi como dos horas en que mi vista ha estado pegada a la ventana observando el paisaje que nos separa de Bend; horas en las que he estado, pensando, meditando, convenciéndome a mí misma que tengo que aceptar la realidad que yo misma he creado y esa es que ya no queda nada que hacer con respecto al sabelotodo. Tal parece que la única amistad que he logrado ha sido la de Ralph, mas no la de su hermano.

He fracasado en mi misión.

—¿No les importa si los dejo en Midtown? —pregunta de repente el profesor a cargo de nosotros—. Tengo asuntos que resolver en la escuela.

Buscando tu mirada [SB#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora