Capítulo 8

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Realmente estaba nerviosa aunque intentase lo contrario. Estaba aparcada justo delante de la casa de Julia, apoyada en su coche con los brazos cruzados mientras observaba el cielo oscuro, hoy parecía que no iba a llover, por eso había optado por ponerse una camisa palabra de honor con unos pantalones vaqueros ceñidos a su cuerpo. Llevaba unos tacones para nada incómodos, porque sabía que en unas horas estaría quitándoselos si no fuera así. Soltó un suspiro, revisando su teléfono móvil y leyendo de nuevo el mensaje de Julia.

"Ya bajamos"

Habían pasado cinco minutos desde aquel mensaje, pero sabía que no les quedaba mucho para bajar. Cuando alzó de nuevo la vista se encontró con tres despampanantes mujeres que caminaban a paso seguro hasta ella con sonrisas contagiosas. No podía negar que todas iban preciosas porque sería mentira. Cuando finalmente se encontraron, saludó con un abrazo a su amiga mientras escuchaba las voces de las otras chicas por detrás. Parecían estar bastante animadas y eso se le contagió enseguida.

-Mira, esta es Marta; la tardona que siempre nos hace quedar mal. -comentó con burla, consiguiendo la risa de todas.

-¡Oye! -se quejó la chica, acercándose a dar un par de besos a Sofía. -Encantada, Julia nos ha hablado mucho de ti.

-Y esta es Inés, aunque puedes llamarle argentina. -sonrió a la chica restante, acercándose y dándole otro par de besos.

-¿vos soportás a esta piba? -preguntó, ganándose un golpe de Julia.

-Pues claro que sí, idiota.

No hizo falta preguntar el por qué del mote ya que sólo un sordo no se daría cuenta de ello. A Sofía le causaron muy buena impresión las compañeras de piso de Julia, eran muy graciosas y no borraban las sonrisas de sus rostros. El camino al bar se hizo bastante ameno, quizás al final de cuentas la que menos hablaba era ella, pero tenía una justificación y esa era que la argentina no callaba ni debajo del agua. En veinte minutos de viaje contó seis anécdotas de cuando era niña.

No era la típica chica que quería llamar la atención y por eso no dejaba hablar a nadie, simplemente brillaba por sí misma y conseguía que todos callaran para escucharla. Marta parecía un poco más cortada, pero igual de simpática porque nunca borraba la sonrisa del rostro. Se alegró al saber que Julia tenía amigas tan buenas, porque se merecía lo mejor. Cuando entraron al bar alucinó porque todo parecía sofisticado y elegante, no era el típico bar donde la gente hablaba sentada en una mesa. Había gente desperdigada por todas partes bailando muy pegados, eso era la bachata.

El ambiente parecía bueno y la noche comenzaba bien, porque la argentina invitó a una ronda de chupitos a todas. Cogiendo el vaso lo miró unos segundos, pero su mirada paró en Julia unos segundos que se estaba bebiendo de un trago todo. Una gota deslizó por su barbilla, pasando por su garganta y llegando hasta su escote. La gota se perdió entre sus pechos e inconscientemente se humedeció los labios, llevándose el chupito hasta los labios y de un trago acabando con él.

Tras eso, se pidió un mojito y observó la pista de baile en la que se encontraba ya la argentina bailando con un chico. Sonrió llevándose la copa a los labios y miró de nuevo a Julia, que sorprendentemente la miraba con una pequeña y tierna sonrisa. La rubia acercó su taburete al de la pelinegra, enlazando sus piernas y apoyando una mano en su muslo, que comenzó a acariciar suavemente. La música sonaba alta en el bar, así que se acercó al oído de Sofía para poder hablar.

-Esa es su táctica para que la inviten a una copa. -gritó, apartándose un poco para ver la reacción de la pelinegra.

-¿En serio? -asintió, mordiéndose el labio. -En realidad es inteligente, las copas cuestan un riñón.

QuizásDonde viven las historias. Descúbrelo ahora