Capítulo 35

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Las luces de colores parpadeaban al son de la música latina y los adolescentes reían, bailaban y hablaban sin preocupaciones. A lo lejos podía ver a Camila, que portaba una copa de alcohol en la mano derecha y una sonrisa en sus labios. Estaba especialmente guapa aquella noche; un vestido negro se amoldaba a sus caderas llegándole hasta las rodillas, teniendo una pequeña apertura en su abdomen y los tirantes caídos. Se movía con timidez, como si supiera que todos los alumnos la juzgaban con la mirada por cualquier cosa que estuviera haciendo esa noche. Tampoco iba desencaminada porque su grupo lo hacía, pero con Elena, que parecía no haber bailado en su vida de lo arrítmica que resultaba ser. Tomó otro sorbo de su bebida que compartía con Alba porque le suplicó que le diera un poco, tampoco le importaba demasiado, de hecho, estaba bebiendo por costumbre más que por querer emborracharse.

"oye" escuchó al chico de antes, la verdad es que tenían una buena conversación. "¿tú te llevas muy bien con la profe de historia, no?"

"¿muy bien?" intentó disimular, quitándole peso a su relación. "a ver teniendo en cuenta de que es mi profesora, si que es simpática"

"es que os he visto hablando varias veces en el instituto y llegué a pensar que erais familia" soltó una risa divertida al escucharlo. "¿tan loco es pensar eso?"

"no, no, para nada" agachó la mirada, avergonzada. "es solo que me hace gracia que pensaras eso, no nos parecemos en nada"

"¡mira que no hay hermanos que no se parecen ni en el blanco de los ojos!" bromeó, haciendo asentir a Sofía. "pues entonces definitivamente te tiene un cariño especial"

"¿por qué?"

"eso se ve en la mirada" sin querer, sus ojos fueron a parar de vuelta a la latina, que estaba rodeada de alumnos. "yo tenía un profe de matemáticas que se preocupaba muchísimo por mi, quería que estudiara una carrera si o si, no había más opciones. Me motivaba y me repetía mil veces que sería una pena que una mente como la mía se quedara en solo esto"

"pues ahora estaría orgulloso, ¿no?"

"claro, aunque ya no sé qué es de él" se encogió de hombros. "pero a lo que me vengo a referir es que a Camila le caes bien y se nota, los profesores siempre tienen un ojito derecho"

"y su ojito derecho según tú, soy yo" lo miró con una sonrisa vacilante, comprobando cómo decía que sí. "pues para ser su ojito derecho me podría haber puesto más de un ocho"

"¿encima con quejas?" preguntó en un tono de voz agudo. "a mi me ha puesto un cinco y tirando"

Ambos reían, integrándose después en la conversación de grupo. Estaba tranquila y feliz, sobretodo lo segundo, pero sin duda le faltaba una persona allí. Aunque las cosas ya eran diferentes, le gustaría que fueran un poco más diferentes respecto a lo de tener que actuar como profesora y alumna frente al resto. Se moría de ganas por ir hacia donde se encontraba, agarrarla de la mano y bailar durante toda la noche juntas, pero estaba muy lejos de su realidad, que era observar cómo lo hacía con un par de alumnos insistentes. Se notaba que lo hacía por compromiso y a una distancia prudente, a fin de cuentas tenía que seguir guardando las formas.

No supo en qué momento ocurrió, pero su grupo acabó junto al de profesores y otros alumnos. Cuando llegaron, con sonrisas inmensas y gritos de felicidad, un joven le daba una vuelta sobre sí a Camila y en un acto de valentía se atrevió a entrelazar los dedos de las manos libres, llevándosela consigo y pudiendo notar cómo se tensaba. Pero con la naturalidad que le caracterizaba pudo sacar adelante aquel baile, quedando después al lado de su alumna que la miraba con una pequeña sonrisa. Sabía que lo hacía apropósito, que intentaba provocarla para que su estado de doña perfecta se viera afectado, pero por el momento estaba fallando.

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