El viernes tenían el último examen de historia antes de marcharse a Roma. El lunes era el día tan ansiado por la gente, por los pasillos no se escuchaba nada que no fuera aquello y todo estaba enfocado a lo que ocurriría al pisar las tierras italianas. Pero ahora la pelinegra pensaba una respuesta coherente que poner en la pregunta cinco de su examen. No había estado estudiando como debía y por eso mismo dudaba sobre qué responder. En el aula sólo quedaban tres personas contando con ella, y una de ellas era Camila que miraba atenta un folio mientras fruncía el ceño. Había dejado un tiempo extra para las personas que lo necesitaran para terminar el examen y lo había aprovechado.
También quería ser la última para poder entablar una conversación y pedirle disculpas por la actitud que había tenido esa semana, quería que no le afectara tanto el que se fuera de aquella manera antes de que amaneciera, pero era imposible porque cada vez que lo recordaba su corazón dolía y necesitaba pensar en otra cosa para no ser de nuevo la persona del lunes. La persona agresiva y llena de rencor que hacía cosas de las que después se arrepentía. Estaba arrepentida de haber sido una maleducada con su profesora, que lo único que quería era su bienestar completo. Llevaba toda la semana siendo la misma niña de principio de curso que no podía siquiera mirarla a los ojos, que no podía crear una frase coherente porque tartamudeaba y acababa por hablar con monosílabos.
La última persona que quedaba en la clase al parecer ya se había marchado y sólo quedaba la pelinegra en el aula, había estado absorta a todo lo de su alrededor porque pensaba en Camila. Siempre le ocurría lo mismo, la latina era la culpable de sus despistes y ni siquiera lo sabía. Cogió su examen y se colocó la mochila en el hombro derecho de manera apresurada, pasándose la lengua por el labio inferior por el nerviosismo de enfrentarla. Caminó con el paso firme hasta llegar a la mesa de profesores, dejando los folios en esta y carraspeando, haciendo así que los ojos de su profesora se encontraran con los suyos.
-¿Has terminado? -preguntó con el tono de voz calmado, ganándose un asentimiento de cabeza. -¿Qué tal te ha salido?
-Si te soy honesta no he estudiado mucho.. -murmuró, viendo como las delicadas manos de la latina cogían los folios y los colocaba junto con los demás. -Lo siento.
-No me pidas perdón a mi, pídetelo a ti misma porque al final la que sale perjudicada con todo esto eres tú, no yo. -regañó, poniéndose en pie mientras guardaba todo en su maletín. -Es tu futuro y eres tú la que ha decidido esto.
-No hablo sólo del examen. -los ojos azules de Camila fueron directos a los de la pelinegra, poniendo excesiva atención. -Siento haberme comportado así el otro día.
-No te preocupes. -suspiró, agachando la cabeza. -Sé que a tu edad las cosas son más complicadas, te parece que el mundo está en tu contra y necesitas rebelarte para sentirte mejor. Sé que no eres una persona agresiva y que lo único que pretendías era defender a tu novia pero deberías tener más cuidado si no quieres quedarte sin viaje de fin de curso, no me importa defenderte las veces que haga falta, pero tampoco puedo hacerlo con lo indefendible. Por ahora estoy de tu parte en todo lo ocurrido, las otras dos chicas son unas maleducadas.
-No es mi.. mi novia. -aclaró, tragando en seco. -No estoy con ella, ¿quién te ha dicho eso?
-Lo escuché por ahí, perdona. -sacudió la cabeza, contrariada por la nueva información. -Yo soy sólo tu profesora, no debería meterme en esas cosas.
-Son unas estúpidas. -murmuró, dando un golpe en seco a la mesa. -¡Ahora todo el instituto sabe que soy lesbiana, genial!
-Tranquila, Sofía, ser lesbiana no es nada malo. -se encogió de hombros, apretando los labios para contener la sonrisa que quería salir. -No es nada de lo que te tengas que preocupar, realmente hablan mierda de todo el mundo pero les da igual lo que te guste o no, critican por aburrimiento.
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Quizás
RomanceElla era poesía desde las infinitas pestañas hasta las caderas. Era el punto tangente sobre el que se sostenía el mundo y aguantaba la pesada carga de la vida con una sola de sus sonrisas. Se había vuelto pintora y poeta sólo por tener a la musa exa...